martes, 23 de septiembre de 2014

Capítulo 9: Gotas del Rocío.

Neoplasia. En boca de un médico suena terrible, y no es de menos, pues una neoplasia es el nombre técnico que se le otorga a los tumores malignos. Los distintos cánceres son clasificados según su punto de origen, pero al igual que una vida, da igual donde aparezca, el final que cause será el mismo si no sabes enfrentarla. Pero es inútil si llegas tarde a la lucha. El tiempo devora cruelmente y solo se sentía a pesar de estar rodeado de gente. Aquel día de instituto no iba a ser más que otro día más, otro bochornoso día desaprovechado que no le permitiría saborear cada instante como él deseaba. Odiaba la rutina, odiaba a sus compañeros de clase y odiaba a ese profesor que no le permitía sentarse como él quería. Era la última hora de aquella jornada y la ausencia de Rocío alimentaba su desgana junto con aquel examen de biología. El bolígrafo en su mano bailaba descompasado sin escribir nada en aquel examen que, según pensaba él, eran conocimientos estúpidos que nunca una persona emplearía en su vida cotidiana y mucho menos él en sus dos años de vida restantes. Aquel profesor le taladraba con una mirada seria escudado tras los cristales de unas anchas gafas. Podía leer en su semblante decepción con él, que ni tan si quiera intentaba el examen. Pensó que debía de ser de los pocos profesores que no habían sido advertidos de su triste enfermedad, porque si fuese así, según tenía comprobado Damián, pondría cara de pena y evitaría mirarle a los ojos. Apretó los dientes, furioso. ¿Cómo se atrevían a sentir lástima de él? Él era quien tenía que sentir lástima por ellos que desconocían el auténtico sentido de la vida siguiendo sus patéticos calendarios sin saber disfrutar del momento. Mirar al futuro hace que no contemples la belleza del presente, y Damián lo sabía. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras ese pensamiento divagaba por su cabeza. ¿Cómo podía echarles en cara no disfrutar cuándo él estaba sentado en aquel pupitre lamentándose de ser el único en comprender que significaba vivir? Ladeo la cabeza de lado a lado. Sus concentrados compañeros de aula estaban encerrados en ellos mismos mientras escribían con manos frenéticas las respuestas del examen. "Solo los locos viven la realidad que quieren, y yo ya sé cómo vivir la mía" pensó Damián. Delante de la atente mirada de aquel serio personaje que tenía por profesor escribió su nombre y con una sonrisa se lo tendió. Aquel profesor le miró sorprendido por la acción de Damián.
-¿Ni siquiera lo vas a intentar?- Dijo.
Damián negó con la cabeza y y con una sonrisa como reflejo de su orgullo se giró sobre si mismo y sin dar tiempo de reacción a nadie, recogió sus cosas y salió por la puerta. Sus compañeros ensimismados habían roto su concentración para ver qué pasaba con aquel chico tímido que tal curioso cambio había experimentado respecto a su personalidad.
Nada más salir del instituto sacó su móvil y comenzó a buscar el número que quería. Dio a llamar y mientras esperaba a que le cogiese el teléfono comenzó a andar hacia casa. Sonaba una señal tras otra, y a la cuarta, la llamada fue respondida.
-¿Si, Dami?
- ¿Qué tal Rocío?- Contestó Damián.- ¿No deberías haber ido a clase?
La risa tímida de la muchacha le hizo sentir que hacía lo correcto y que si cometía algún fallo daría igual, pues a veces fallar es el mejor acierto.
- Le he echado cuento a eso de la regla.-dijo.- Ya sabes que las chicas podemos aprovecharnos de ese punto.
- Si, yo suelo usar mucho la escusa de la regla.
Rocío rió ante la broma.
-¿Porqué me llamas cabeza-loca?- Preguntó casi en un susurro.
- Bueno, quería saber si estabas bien. Eso y si sigue en pie lo de esta tarde, que últimamente me aburro.
-Vaya, vaya, ¿osea que solo me quieres por el interés, eh?  Muy bonito. Y yo que creía que eras un caballero...
Damián se colocó el auricular del teléfono mejor sobre la oreja. Casi nunca había tonteado con nadie, pero sentía que sabía que debía decir.
-Bueno, me han retirado el carné de caballero.
Hubo un breve silencio entre los dos.
- A las siete en la calle de la Reina. Estate preparado para llorar.
- Tranquila, tus chistes no son tan malos.
Derrochaba energía por todos sus poros en esos momentos. Se despidió de ella entre más bromas y colgó. Guardó el móvil en el bolsillo y se colocó la mochila sobre los dos hombros. 

Aguantarla el ritmo a Rocío era complicado. Se notaba que tenía la costumbre de salir a correr y Damián lo más que corría era si un semáforo se cambiaba del verde al rojo. Llevaban solo diez minutos y creía que iba a desfallecer. Su porte se tornaba lúgubre, dando una apariencia triste, como si en cualquier momento fuese a toser un pulmón. Aun así se esforzó para completar los quince minutos que como mínimo tenían pensado correr. Damián se dejó caer en un trozo de hierba cercano con la respiración agitada.
-No deberías parar, flojeras, si no te va a dar más agujetas.- Rió Rocío.
-Yo creía que lo de llevarme a correr era una escusa para verme, no que me fueses a llevar e verdad.
-Qué creído te lo tienes...
-Qué poco sentido del humor, hija.
Ambos rieron fuerte, aunque la tos interrumpió a Damián, lo que hizo que ella riese aun más.
Caminaron hasta una fuente dentro del Jardín del Príncipe donde poder beber. Damián pensó que si tenía que seguir haciendo eso para ver a Rocío le mataría ella antes que el cáncer. Tras beber un poco comenzaron a pasear por aquel jardín charlando de forma amistosa. Poco a poco lograba indagar más en la vida de ella, a saber porqué sentía que era más de lo que a simple vista parecía. Le confesó parte de sus sueños, de sus fantasías y asuntos privados de la familia. Sabía que si no fuera del hecho de que se encontraban a solas no le hubiese contado nada, pues por alguna extraña razón la gente es capaz de confesar hasta el más profundo de secretos a un conocido si están en confidencia. Rocío hablaba y Damián escuchaba atento. En ocasiones reía, en otras se sorprendía y en muchas no pudo evitar la maravillosa fortaleza que mostraba Rocío ante sus dramas cotidianos. Parecía haber recordado algo triste trataba de no romper el llanto.
-¿Qué te pasa, Rocío?
-Si te cuento algo, ¿Me guardaras el secreto?- Preguntó.
Damián se encontraba extrañado pero rápido se limitó a asentir. Rocío hablaba y con cada frase parecía que iba a derrumbarse.

- Mi casa nunca ha sido una fuente de apoyo, salvo por María, mi hermana. Ella siempre escuchó mis penas, desde que yo tengo conciencia. Me sacaba diez años, así que a veces más que una hermana pude considerarla una madre. Cuándo reía se sonreía aunque estuviese triste, si lloraba me abrazaba y me decía que todo iría bien. Ella siempre disimulaba en casa para que no me diese cuenta de lo que pasaba. Mi padre alcohólico bebía demasiado, y gritaba tanto que me asustaba. Era entonces cuando ella me cogía de la mano y sonriendo me decía que todo era un juego. Cuando mi padre entró en rehabilitación le excusaba diciendo que iba a buscarnos algo de cena pero que todo estaba cerrado. Más de una vez la sorprendí llorando en su cuarto. Ella era la única luz que me alumbraba. Pero esa luz se apagó hace ya dos años. Celebrábamos mi cumpleaños en casa de mis abuelos en Toledo. Cogimos el coche y ella conducía. El que iba delante de nosotros se durmió mientras conducía y provocó que mi hermana girase bruscamente. El coche comenzó a dar vueltas de campanas de forma... Todo fue muy rápido. Lo siguiente que recuerdo es despertar en la ambulancia. Los sanitarios me creían inconsciente así que pude oír cómo se lamentaban de la muerte de mi hermana. Desde entonces sentí que nada tenía sentido, así que cuando saqué voluntad para salir a la calle me di cuenta que el mundo necesitaba más gente como María, y aunque esté triste, fuerzo la sonrisa, así otros no sufrirán tanto.
Rocío comenzó a llorar y se abrazó a Damián. El estaba estupefacto, no sabía cómo reaccionar. No entendía por qué había sido a él al que confesara tan pesada carga. La apretó contra si para darla el apoyo que sus palabras eran incapaces de otorgar. Podía perdonar a Dios que le castigara con un cáncer, si es que existía, pero, ¿castigar a una chica como Rocío? Estaba claro que no existía.



No hay comentarios:

Publicar un comentario