El
cielo grisáceo comenzaba a clarear por algunos puntos del firmamento. El sol se
desperezaba poco a poco y dejaba asomar algún tímido rayo que iluminaban las
frías y aun dormidas aceras. Su paso parecía el de un sonámbulo debido a las
pocas horas de sueño. Unas grandes ojeras decoraban su cara bajo las cuencas de
los ojos. A su lado iba Silvia un tanto rezagada bostezando. Ambos iban al
mismo instituto con un curso de diferencia. Damián no tenía un solo recuerdo
como hijo único. Los coches se movían sigilosos por la carretera y muy pocos se
atrevían a romper tal armonía con sus cláxones. El aire fresco de la mañana
acariciaba su rostro y terminaba de despertarlo apartando todas sus dudas y
convicciones centrándolo en vivir ese momento. Cerró los ojos por un instante y
dejó escapar una exhalación sonora. El panorama ante el día anterior no había
variado mucho, pero su decisión ante su modo de actuar había sufrido un cambio
drástico.
Las
puertas de aquel instituto estaban abiertas de par en par y montones de alumnos
entraban en manada con las cabezas gachas y muy pocos iban sonrientes. El
sonido de algún que otro bostezo que se escapaba junto con los pasos de los
alumnos por las escaleras componían la banda sonora de aquella estampa. Apenas
se oían voces en los pasillos, solo se atisbaban pequeños susurros desde las
clases por aquellos pequeños grupos de amigos que tenían ganas de hablar. Se
despidió de Silvia con un "Luego nos vemos" y entró en clase. Tocaba
inglés y la profesora aun no había llegado. Se sentó en el pupitre y sacó el
libro. Frente a él estaba Rocío charlando con Marta. Al ver a Damián en su
sitio le saludo agitando la mano enérgicamente y un gesto alegre. Marta también
le saludo, pero fue un simple gesto de mano carente de emoción. Entró la
profesora y todos tomaron asiento. Aquella mujer entró como un rayo con su
"Good morning" y su voz de pito aguda. Damián, de cuerpo presente en
la clase, se ausentó mentalmente para ir a su mundo imaginario donde las alas
nunca eran cortadas. Dentro de su trance él era una persona capaz de hacer
cualquier cosa que se propusiera con tan solo desearlo. La clase era un simple
escenario de fondo que se encontraba frente sus ojos, pero lo que Damián
realmente veía era un cielo donde sus brazos eran dos alas y surcaba cada nube
como si olas del mar se tratasen. Que gran sueño era aquel de volar, sin
necesidad de aviones o helicópteros. Él quería volar siendo aire, siendo cielo,
siendo algo más de la naturaleza. El timbre escandaloso marcaba el cambio de
hora y le devolvió a la realidad. Su cielo se convirtió en polvo y cayó frente aquel
pupitre. Tocaba Educación Física así que no habría más tiempo de ensoñaciones.
Odiaba esa asignatura y más ahora en la cual solo corrían como posesos sin un
rumbo fijo. El profesor era un hombre alto y gordo que el movimiento más
costoso que le habían visto hacer los alumnos era agacharse a coger un bollo
que se le había caído para tras soplarle un poco tragaba sin tan siquiera
masticar. Todo un ejemplo de salud pensaba sarcásticamente Damián. Entraron a
los vestuarios para ponerse un chándal antes de salir a correr a un pequeño
patio donde darían vueltas como un tío vivo. Sus compañeros aprovechaban el
momento para presumir de la marca del chándal o de las zapatillas. Fofo
bromeaba que por mucho Adidas que el vistiese dudaba que le ayudase mucho a bajar
esos kilos que tenía de más y que un chándal es un chándal dando igual el
logotipo. Muchos se asquearon por ese comentario salvo unos pocos como Damián
que le dieron la razón al rechoncho amigo.
En
el patio el sol quemaba a pesar de ser una hora tan temprana como aquella. El
verano se resistía a irse y se aferraba a dar calor con fuerza. Los chicos
fueron los primeros en salir, pues las chicas solían entretenerse mirándose al
espejo y hablando. Se rumoreaba que el profesor de Educación Física había solicitado
que se retirase, pero por el momento solo era un rumor. Las chicas salieron y
algún atrevido no pudo reprimir soltar un silbido de aprobación. Casi todas
salían con básicas que dejaban al descubierto los hombros y en las más
desarrolladas sugerentes escotes. Muchas de las miradas se posaron en Rocío que
era una de esas chicas más desarrolladas físicamente.
-Un
círculo alrededor mía chicos.-dijo el profesor.
Todos
rápidos hicieron lo que pedía. Era uno de los profesores a los que nadie se
atrevía a desobedecer por su seriedad. Algunos bromeaban diciendo que se comía
a aquellos que le caían mal y que por eso estaba tan gordo para ser tan alto.
-Vamos
a dar un par de vueltas para calentar. Quiero que combinéis movilidad articular
y activación muscular. Después os diré que hacer.
La
marcha empezó por aquel patio de instituto. Muchos hacían la gracia por su
"vamos a correr" como si el fuese a pegar dos pasos seguidos sin
fatigarse. Damián corría junto a Fofo, pues ninguno de los dos eran muy buenos
deportistas precisamente. Le sorprendió ver como Rocío lideraba junto con los
aventajados la marcha y charlaba mientras lo hacía. Le molestó bastante el
hecho de que algunos redujeran el ritmo para estar tras de ella y mirarla el
culo a placer sin que ella se percatara. Los comentarios que soltaban sus
compañeros eran bastante vulgares, pero no podía culparlos. Era obvio que Rocío
era muy atractiva. Una vez terminado el calentamiento el profesor mandó correr
según unos tiempos que el iba a ir marcando con descansos que se harían
andando. Todos volvieron a empezar a correr y de nuevo Rocío volvió a sentir
ventaja. En ese momento se odió por su mala condición física para los deportes.
Trataba de aumentar su paso para que Rocío no le doblara y pensase de él que
era un lento. Poco a poco fue dejando atrás a Fofo el cual tosía de manera
brusca. A pesar de sus intentos de ir más rápido pronto Rocío estaba a su lado.
-Ya
me dijo tu hermana que lo tuyo no eran los deportes.-dijo Rocío.
Damián
la miró y se sintió débil. Apretó los dientes, los puños y con ello su paso.
Sacaba fuerzas de flaqueza. Al segundo Rocío volvía a estar a su lado.
-Yo
que tú relajaba el paso.No estás acostumbrado a meter ritmo.
-¿Como
sabes eso?- Respondió jadeante,
Ella
se sonrió. Su propia voz entrecortada era más que suficiente. Fue aflojando el
ritmo esperando que Rocío continuase y dejara solo corriendo con su debilidad.
Para su sorpresa ella aflojó junto con él para estar a su lado.
-Has
bajado mucho.-dijo sonriente.- Súbelo un pelín.
Anonadado
Damián trató de subir un poco. Ella corría a su lado y reía. El profesor marcó
el primer descanso y continuaron andando.
-¿Por
qué te pones a mi ritmo y no sigues sola?
-¿Acaso
quieres correr solo?- Dijo enarcando una ceja.
No
sabía porque ella hacía eso, pero ya había decidido el día anterior que debía
disfrutar del momento así que ambos continuaron juntos durante la clase.
-¿Cuál
fue su escusa para correr a tu lado?- Le preguntaba Andrea.
Llevaban
tanto tiempo sin hablar que habían acordado quedar en ese recreo los dos junto
con Fofo, sus dos amigos más íntimos. Damián se despegó de los labios el bric
de zumo.
-Me
dijo que no le gustaba que la miraran como un trozo de carne los que iban los
primeros y que yo le caía bien.
Andrea
puso un gesto de sorpresa y Fofo mantuvo la sonrisa tonta con la que siempre
iba. No comprendía del todo la situación a la que se había visto sometido.
Durante la carrera no podía aveces mientras hablaban bajar la mirada de su
rostro ante aquel sugerente escote pero avergonzado acaba por mirar al suelo.
-¿No
lo comprendes, Dami?- Dijo Andrea.
-¿Comprender
qué?- Respondieron al unisono Fofo y Damián.
Andrea
hizo un gesto que transmitía que no estaba muy de acuerdo con la poca
percepción de sus dos amigos.
-Que
ciegos estáis cuando queréis.-dijo de forma burlona.-Es obvio que le gustas,
aunque sea un poco. A las chicas se nos nota rápido cuando alguien nos gusta.
Damián
rompió a reír de una forma escandalosa. Andrea se lo achacó a los nervios. Era
obvio que a él le gustaba ella. Solo había que oír como la describía. Damián
por muy reservado que hubiese sido hasta él era incapaz de ocultar cosas a los
demás. A Andrea no se le escapaba una y conocía demasiado bien a su callado
amigo. El recreo continuó siendo un pequeño interrogatorio a Damián que no
soltaba prenda respecto al tema. El timbre que marcaba el retorno a las aulas
sonó con fuerza y Damián se sintió aliviado de poder escapar por fin de sus dos
amigos. Tocaba matemática, su tortura menos favorita, pero con tal de escapar
de tanta pregunta se hubiese licenciado en matemáticas puras si era necesario.
Junto con Fofo se despidieron de Andrea y fueron a clase. Su amigo no paraba de
reírse cantándole una cancioncilla que decía: A Damián le gusta Rocío, a Damián
le gusta Rocío.
Durante
la hora de matemáticas todo transcurrió en silencio. Hasta su compañera Marta
parecía no tener ganas de hablar. Todos estaban centrados en los ejercicios que
la profesora había mandado los cuales eran muy numerosos y los que no fuesen
acabados en clase deberían ser acabados en casa. Damián no tenía pensado
terminarlos en casa pero en clase tendría que hacer algo para no aburrirse. El
saber que a la hora siguiente tocaba biología no le alegraba mucho. Al menos
con ese profesor se podía hablar perfectamente con los compañeros pues el solo
se dedicaba a escribir en la pizarra los apuntes que entrarían en el examen. La
clase de biología la pasó hablando con Marta y Rocío donde al rato Carrasco,
visto que era incapaz de sacarle un tema a Rocío se unió a la conversación.
Hablaron de varias cosas como música y eventos musicales. La conversación fue
variando de tal manera que acabó de alguna manera con Marta riéndose de la baja
forma de Damián y la actitud lasciva de Carrasco hacia todas las chicas.
-Al
menos lo de Dami tiene solución, Marta.-Bromeó Rocío.
Damián
se conocía lo suficiente como para saber que el deporte no era lo suyo.
-Creo
que es más fácil que Carrasco deje de estar tan salido.-Dijo Damián riendo.
Todos
ignoraron las quejas de Damián y siguieron tratando de convencer a Damián de
que si trataba de ponerse en forma podría hacerlo. Este se empecinaba en
negarlo. De sus pecados más escasos su favorito y más repetido era el de la
pereza. El hecho de hacer deporte le suponía sacar una fuerza de voluntad que no
tenía. Además, no le interesaba ponerse en forma si solo le iba a durar un año.
-¿Por
qué no te apuntas al gimnasio al que voy yo, Dami?- Propuso Rocío.- Así no
tendría que ir sola.
Carrasco
era oído de fondo como una voz que se ofrecía a apuntarse en lugar de Damián.
Damián dudó por un instante. Odiaba cualquier ejercicio o deporte pero la
posibilidad de pasar tiempo con Rocío a solas le atraía. Echó cuentas mentales
para ver si podía costeárselo con su paga. "¿Qué diablos? ¿Por qué no?
Vivamos el momento." pensó.
-¿Qué
días serían?- dijo finalmente.
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