sábado, 29 de noviembre de 2014

Capítulo 11- Tendencias y silencio.

Apretaba sus dientes hasta el punto de hacerlos rechinar. Se mantenía impotente frente a ese blanco papel donde debía escribir las respuestas del examen para el cual lo más cerca que había estado de estudiar era pasar por delante de la biblioteca. Miró a su alrededor buscando alguna posibilidad de encontrar algo que le pudiese ayudar a parecer que algo había estudiado. La profesora se paseaba entre las mesas de sus compañeros vigilante ante cualquier intento de copia. Dos sitios delante de Damián estaba Fofo que escribía con frenesí sin levantar la cabeza salvo para mirar la hora de su reloj de pulsera. Dejó escapar un suspiro y procedió a redactar lo poco que sabía otorgando su pequeño toque personal de invención y con mucha suerte estaría en lo acertado. Cerca de la mesa del profesor Rocío estaba cerca de acabar y con el examen su interminable baile nervioso de piernas. Por algún motivo cuando se encontraban en clase ella agachaba la vista y eludía la conversación. La primera vez que lo hizo Damián se dirigía a ella con una peculiar sonrisa de tonto que se convirtió en una expresión característica de un pasmarote al ver como Rocío pasaba de largo sin dirigir tan si quiera un tímido saludo. Comenzó a mordisquear su bolígrafo para liberar tensión acumulada. ¿Porqué ella había tomado esa actitud respecto a él? No comprendía a las mujeres.
El rutinario y puntual timbre hizo su acto de presencia dando final al examen. De atrás hacia delante fueron siendo pasados hacia la mesa de la profesora y casi al unisono se levantaron recogiendo sus cosas y marchando al recreo. Damián caminaba solo con su marcha fúnebre cuando una mano en su hombro le hizo volverse para ver a su amigo Fofo.
-¿Qué tal el examen?
-No tan bien como a ti, Fofito.
-Vamos, que te lo has acabado inventando.
Damián asintió. Nunca había sacado buenas notas, pero tampoco malas, siempre había estado en esa media mediocre que nunca llama la atención. Charlaban los dos amigos sobre el examen cuando al ir a girar un pasillo una chica se chocó con Fofo.
-Lo...lo siento.- dijo la tartamuda muchacha mientras esquivaba al joven y seguía a paso raudo. Damián la contempló. No era gorda pero estaba algo rellenita, sus carrillos eran anchos y llenas de pequeñas espinillas, sus ojos eran algo rasgados hasta llegar a parecer asiáticos.
-Menudas prisas lleva la tortillera.-dijo Fofo.
-¿Tortillera?
Este le sonrió amablemente asintiendo mientras hacía un gesto con sus manos entrecruzándolas dando a entender la tendencia sexual de la muchacha. Una duda invadió a la cabeza de Damián.
-¿Cómo sabes que es lesbiana?
-Todo el mundo sabe que a Marta le van más los chochos que a un tío.
A veces Damián se olvidaba de lo obscenos que podían llegar a ser sus amigos en especial el gordito bufón.
Continuaron el recreo conversando sobre como algunas chicas decían ser lesbianas tan solo para llamar la atención o como en el posible caso de Marta solo porque con los hombres lo tenía más que complicado. Él lo consideraba una estupidez. ¿Cómo se puede fingir una tendencia sexual solo para llamar la atención? Sus amigos reían haciendo bromas y chistes del tema sin parar y Damián comenzaba a sentirse incómodo pues ya fuese por que realmente lo era, llamar la atención o lo que fuese tiene libertad para hacerlo.¿Quienes eran ellos para juzgarlo?

Tras acabar el instituto se dirigió velozmente hacia casa acompañado de su hermana. Silvia caminaba a su lado mirando al suelo, como si guardase algo dentro de ella que la pesase. Damián nunca había sido muy atenta con ella y no sabía porqué.
-¿Qué te pasa?
-¿Eh?-dijo ella extrañada.
-Te pasa algo. Cuéntame, anda.
-No, no es nada, tranquilo.-dijo fingiendo una sonrisa.
Damián puso los ojos en blanco. Que estúpida manía de las mujeres de no contar lo que les pasa cuando se ve que algo las ocurre,pensaba él. A veces creía que ellas se piensan que deberíamos intuirlo como si fuésemos adivinos o algo parecido. Se paró en seco y enarcó una ceja.
-¿Qué?- pregunto ella tras voltearse.
Damián tan solo levantó sus hombros mientras levantaba sus dos cejas. Su hermana exasperada comenzó a hablar no sin antes tratar de definir a Damián como un idiota.
-He discutido con Rocío porque últimamente está muy rara. La he preguntado en el recreo y trataba de no responderme y,claro, la he seguido preguntando. Continuaba negando que la pasase algo y la dije que menuda amiga que no me contase eso cuando estaba claro que algo la pasaba.- Damián tuvo que reprimir una sonrisa ahí. Le sonaba la situación.- Ella se ha enfadado echándome en cara cosas que han pasado y, bueno, pues me ha molestado.
Silvia terminó el breve relato y él fingió no darle tanta importancia. ¿Porqué era la gente es tan complicada que es incapaz de decir lo que siente? Lo guardan todo dentro de ellos componiendo una bomba que al final explota en sus propias caras. Una leve sonrisa se le escapó al comprender que también debía aplicarse el cuento.
-¿Qué hago, Dami?
-¿Has probado a pararte en seco y ponerla cara de "me lo vas a contar y lo sabes"?
-Ja, ja, que gracioso mi hermano.
-Te lo decía en serio.¿Lo has probado?
Silvia lo miraba malhumorada. No estaba acostumbrada a que su hermano bromease.
-No.- respondió tras un silencio de dos o tres segundos.
Damián comenzó a caminar dejando a su hermana atrás que anonadada le contemplaba. Que fácil es ver siempre las soluciones desde fuera y no desde dentro supuso para si.
-¡Espera!¡Imbécil!-gritó ella mientras corría hasta ponerse a su lado.
La situación le hacía gracia pues por una vez no era él aquel que se comía la cabeza. No trataba solo de chincharla, claramente tenía pensado ayudarla pues era su hermana y también existía un interés en saber que le pasaba a Rocío.
-Si me ha funcionado contigo, hermanita,¿porqué no iba a funcionar con ella?
Silvia dudaba sobre si hacerle caso o no. El resto del trayecto lo pasaron en silencio.

-¿Qué nota le das a esa?- dijo Castillo sin ningún disimulo.
Los hermanos Terry miraban con mirada crítica mientras que Fofo un tanto menos analítico se dedicaba a responder casi al instante.
-Un siete.
-¿Estás tonto Fofo?-saltó Ramón.-Tiene un culo flácido y mírala la cara.¡Parece un zombie la tía!
-Fofo, ves dos tetas asomándose y te vuelves loco.-dijo Damián participando un poco en el juego.
-¿Pero que tetas?¡Si es la grasa que le sobra del sobaco!-gritó Lucas a un nivel que debía ser un milagro que aquella chica no le hubiese oído.
Todos comenzaron a reír y a burlarse de Fofo y su desesperación por encontrar alguna chica. Lo cierto es que el hecho de que ser una persona entrada en kilos no le ayudaba mucho a pesar de ser luego en el fondo tan buena persona. Para Damián solo unas pocas verían más allá de la apariencia física de su amigo pues en esa edad en la cual se encontraban se daba prioridad a cosas de fondos banales como el atractivo y la forma de vestir que seduce al ojo a pesar de que luego carece de algún encanto en lo referente a su personalidad. ¿Dónde se encontraría esa excepción para su amigo?
-Esa un dos. Que fea la pobre.
-Aquella la doy un ocho y mi amor de por vida.
-Mírale que gracioso Lucas.
Parecía una tontería pero era así como ellos se entretenían en múltiples ocasiones.
-Esa un cinco si deja de vestirse de gótica- dijo Ramón mientras señalaba a una muchacha a lo lejos.
Fofo estalló en carcajadas.
-Suerte con ella macho. Es Marta, la gótica bollera del insti.
Damián volvió al mundo real dejando atrás a sus pensamientos y se fijo en ella. A diferencia de esa mañana iba muy maquillada. Vestía con una sudadera negra abierta que dejaba ver una camiseta básica del mismo color que mostraba algo de escote. Unos leotardos la protegían del frío que debía sufrir si fuese por los vaqueros cortos que llevaba.
-Mi teoría es- comenzó a hablar Lucas.- que de pequeña nadie la daba atención salvo sus padres, en el colegio la daban de lado por ser gorda y que ahora se hace la rara para llamar la atención.
-Está muy de moda el ir de raro ahora, sobre todo en las tías.- secundó Castillo.
A Damián le daba igual lo que fuese esa chica, ni la conocía y dudaba mucho que la fuese a conocer.
Seguían con su teorías sobre la sociedad actual cuando llego a aquel lugar otra muchacha que consiguió levantar expectación entre ellos. Comenzaron a puntuar con "Esa un ocho y medio,¡joder que cuerpo tiene la niña!","Pues yo la pongo un nueve y mirando pa´Cuenca" o con "Matrícula de honor y el honor de conocerme." Comenzaban a repetirse bastante. La desconocida chica se acercó hacia Marta y tras una sonrisa plena la besó. Todos se quedaron estupefactos.
-Se os han roto los sueños, ¿eh, chicos?- dijo riendo Damián.
Ninguno sabía que decir así que se dio paso al silencio mientras Damián seguía carcajeándose de lo ocurrido.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Capítulo 10: Recuerdos.

El timbre sonó con fuerza otorgándole la libertad que ansiaba y sin esperar a que acallase la voz del profesor recogió sus libros con movimientos raudos. Colgó su mochila de un hombro y disparado salió de aquella celda a la cual llamaban aula y se deslizó rápido por aquellos pasillos. Alguien llamándole a sus espaldas le hizo voltearse. Andrea caminaba hacia él con su particular sonrisa.
-¿Dónde estabas en el recreo? No te he visto.¿No me digas que te has vuelto a escaquear? La madre que te parió...Te va a caer una reprimenda cuando se enteren tus padres, eh.
Su amiga parloteaba velozmente sin conceder la oportunidad ni de tan siquiera a responder a si que el callaba y divagaba entre sus pensamientos como siempre hacia cuando ella entraba en ese estado tan pesado.
-¿Está tarde quedamos entonces?-preguntó Andrea.
-¿Eh?
-¿Me estabas escuchando acaso?-dijo enarcando una ceja.- Siempre haces igual, parece que hablo sola y que estoy loca. Luego es que si me enfado me he enfadado, pero es que no me prestas atención.
Damián resopló. Ya había vuelto a empezar a hablar sin freno y no sabía como escapar de ello.
-A las siete estoy en tu casa, pesada, cállate ya, anda.
Andrea enmudeció y le miraba malhumorada. Parecía estar aguantándose mil improperios contra su amigo pero por alguna razón los callaba.
-Como te retrases te corto los huevos. Tú verás lo que haces.
El portero sonó cuando su dedo pulsó aquel botón y casi al instante la puerta se abrió sin tan si quiera le preguntasen quien era. Ascendió las escaleras saltando los escalones de dos en dos hasta dar con el piso al cual se dirigía. La puerta estaba entornada y tímidamente la terminó de abrir para pasar a aquella casa.
-Sin miedo, que no están mis padres.
No era extraño que se quedaran juntos solos en casa de uno de los dos por mucho que sus amigos dijesen que si lo era si no pasaba ningún acto sexual entre ellos. Eran amigos de la infancia y tanta confianza siempre había hecho que muchos se creyesen que eran pareja, tantas que ya estaban casi acostumbrados. Llegó hasta la habitación de su amiga que la esperaba frente un ordenador al cual contemplaba tras unas finas gafas que no sacaba de casa por vergüenza a como le sentaban.
-¿Qué haces?-Preguntó Damián.
Ella se giró hacia el y le hizo un gesto para que sentara a su lado. Cogió una silla cercana y se arrimó a la pantalla que proyectaba unas fotografías con unos pocos años de antigüedad. En ellas se veían estampas familiares veraneando.
-¿De donde es eso?- Preguntó Damián.
Andrea le miró anonadada.
-¿En serio no te acuerdas?- Dijo denotando sorpresa en su voz.- Son las vacaciones en las que nuestras dos familias fueron juntas a Denia.
Sus padres habían sido amigos de la infancia e incluso trabajaban juntos. Para amenizar gastos habían decidido ir juntos tras alquilar un chalet casi a línea de playa. Su hermana y Andrea se pasaron riendo de él casi todas las vacaciones hasta el punto de haber llegado incluso a manifestar su enfado, cosa que todos creían imposible. Las fotos mostraban escenas felices: Su hermana enterrada asomando tan solo la cabeza, Andrea y Damián devorando una sandía sentados en las toallas, sus padres tomándose unas cañas en el chiringuito... Se sentía culpable por haberse olvidado de tales momentos. Todos eran momentos que a la hora de vivirlos eran algo cotidianos, pero a la hora de recordarlos forman lugares de nuestra memoria los cuales visitamos para evadirnos del resto. Casi todos esos momentos para Damián eran con las mismas personas de siempre: su familia y sus únicos pero muy buenos amigos. Se dio cuenta lo fácil que es olvidar los buenos momentos y se dio cuenta que no quería olvidar nada de lo que pasase a continuación. Y no olvidaría nada por que nada merecía ser olvidado.