15 de septiembre de 2012
El empezar de nuevo el instituto me resulta aburrido. Mis compañeros de clase no parecen muy interesados precisamente en la lección y si en que hará aquel que tienen al lado en esa tarde. Marta, mi compañera de al lado tiende a ser excesivamente pesada en sus incesantes rumores infundados. Me siento derrotado en esa clase. ¿De verdad es así como deseo aprovechar los pocos años que me quedan?
Andrea
no para de repetirme que solo tengo que intentar no ser tan crítico con la
gente, pero me es imposible cuando tienden a ser tan hipócritas. Varios
compañeros se dedicaron en la clase de música a despotricar sobre una muchacha
catalogándola de "guarra" con numerosas mofas. Más tarde vi a dos de
ellos tratando de entablar conversación con ella con fines más allá de la
amistad. También me molestó Marina, la chica que se sentaba tras de mí, que a
falta de tener con quién hablar me contaba su vida y luego era incapaz de
saludarme al verme por la calle. Me describía al chico de sus sueños como un
chico cariñoso, listo y atento, todo lo contrario a lo que fueron sus dos
últimas relaciones y el chico con el cual estaba empezando a tener trato. La
lástima la sentía por Carlos, un muchacho de mi clase que estaba colado por
ella. Lo cierto es que el encajaba de lleno con esa descripción, pero ella
siempre le miraba con desdén y le trataba como si fuese un perro. Me alegraré
del día que ella se dé cuenta de lo que está dejando pasar cuando él acabé con
una chica decente.
Críticas
a mis compañeros a parte, estoy logrando abrirme ante el resto, pero me cuesta
no ser reservado respecto a mis cosas. Me sorprende la facilidad de como las
personas comparten hasta sus más íntimos secretos. Sentarse próximo a dos mujeres
que les encanta hablar a sido lo que me lo ha mostrado. Sin conocer
prácticamente de nada a Marta ya me ha confesado haber perdido su virginidad
con el que creía que era el chico de sus sueños y sin conocer aun menos a
Marina se ciertos detalles de su vida sexual que prefiero ahorrar a estas
páginas.
Me
resultó curioso como Marina me acusó de dármelas de una persona que se hace la
interesante para llamar la atención. Se cree todo ladrón que son de su
condición pensé yo. Por lo visto es muy habitual que las personas muestren una
cara de la moneda ajena, por lo que nadie conoce a nadie verdaderamente. Poca
conciencia hay en esta edad de lo fugaz que es la vida. Todos saben que quieren
ser pero nadie sabe quiénes son. Fofo y Castillo me comentaron que muchos son
amables pero cuando te ausentas eres la comidilla de un grupo de personas. A
veces me alegro de haber sido tan cerrado pues así solo los más cercanos no
serían de esas personas. Me alegro de tener a los míos.
La
mayor sorpresa del día fue la aparición de Rocío. Me pongo tan nervioso que no
se que decir por tanto me quedo callado. La tarde junto con ella y mi hermana
me reveló muchas cosas de Rocío. Tenía un razonamiento profundo pero se
obcecaba en tratar de ser como el resto. Su buen corazón la volvía crédula.
Confiaba demasiado en la gente, al contrario que yo que procuraba evitarla. La
historia con aquel tal Rodrigo encendió una rabia en mi un tanto primitiva.
Solo tenía ganas de ir a buscarlo a Madrid y propinarle un fuerte puñetazo,
aunque este se le devolviese aun más fuerte. Debía ser muy estúpido para no
darse cuenta de que debía cuidar aquella chica que tanto le quería y trataba de
hacerle sentir bien. No puedo negar el hecho de que en más de una ocasión me
quedé embobado mirándola. Trataba de disimularlo desviando la vista a otro lado
cuando nuestras miradas se encontraban. Soy incapaz de describir la sensación
que me producía ver sus ojos. Sentía removerse mi estómago y al corazón tratar
de escaparse por la garganta. El latido se subía a la traquea y no quería
bajar. Mis palabras no salían con fluidez y solía titubear. La sensación de ser
capaz de todo se intensificaba con cada segundo que dedicaba a mirarla y oírla.
Todo lo que salía de sus labios me parecía interesante. Reíamos por la mínima
tontería, y por cruel que pareciese, desee que mi hermana no hubiese estado
presente, a pesar de que gracias a ella estaba compartiendo aquella tarde con
Rocío. Me vierto en cada uno de los recuerdos de este día y siento que es un
mar donde poder perderme. Ahora solo sé que tengo miedo. Miedo a si me
considerará algo más allá de amigo. Nunca me plateé tener una relación y no
sabía ni como sería. Pero el miedo que más se cernía sobre mi era otro. ¿Me
miraría con lástima tras saber lo de mi cáncer? ¿Dejaría de poder ver sus
miradas complacientes por simples miradas de pena? Solo me recorren escalofríos
de pensar perder aquello que de hace poco tengo y nunca tuve.
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