domingo, 2 de noviembre de 2014

Capítulo 10: Recuerdos.

El timbre sonó con fuerza otorgándole la libertad que ansiaba y sin esperar a que acallase la voz del profesor recogió sus libros con movimientos raudos. Colgó su mochila de un hombro y disparado salió de aquella celda a la cual llamaban aula y se deslizó rápido por aquellos pasillos. Alguien llamándole a sus espaldas le hizo voltearse. Andrea caminaba hacia él con su particular sonrisa.
-¿Dónde estabas en el recreo? No te he visto.¿No me digas que te has vuelto a escaquear? La madre que te parió...Te va a caer una reprimenda cuando se enteren tus padres, eh.
Su amiga parloteaba velozmente sin conceder la oportunidad ni de tan siquiera a responder a si que el callaba y divagaba entre sus pensamientos como siempre hacia cuando ella entraba en ese estado tan pesado.
-¿Está tarde quedamos entonces?-preguntó Andrea.
-¿Eh?
-¿Me estabas escuchando acaso?-dijo enarcando una ceja.- Siempre haces igual, parece que hablo sola y que estoy loca. Luego es que si me enfado me he enfadado, pero es que no me prestas atención.
Damián resopló. Ya había vuelto a empezar a hablar sin freno y no sabía como escapar de ello.
-A las siete estoy en tu casa, pesada, cállate ya, anda.
Andrea enmudeció y le miraba malhumorada. Parecía estar aguantándose mil improperios contra su amigo pero por alguna razón los callaba.
-Como te retrases te corto los huevos. Tú verás lo que haces.
El portero sonó cuando su dedo pulsó aquel botón y casi al instante la puerta se abrió sin tan si quiera le preguntasen quien era. Ascendió las escaleras saltando los escalones de dos en dos hasta dar con el piso al cual se dirigía. La puerta estaba entornada y tímidamente la terminó de abrir para pasar a aquella casa.
-Sin miedo, que no están mis padres.
No era extraño que se quedaran juntos solos en casa de uno de los dos por mucho que sus amigos dijesen que si lo era si no pasaba ningún acto sexual entre ellos. Eran amigos de la infancia y tanta confianza siempre había hecho que muchos se creyesen que eran pareja, tantas que ya estaban casi acostumbrados. Llegó hasta la habitación de su amiga que la esperaba frente un ordenador al cual contemplaba tras unas finas gafas que no sacaba de casa por vergüenza a como le sentaban.
-¿Qué haces?-Preguntó Damián.
Ella se giró hacia el y le hizo un gesto para que sentara a su lado. Cogió una silla cercana y se arrimó a la pantalla que proyectaba unas fotografías con unos pocos años de antigüedad. En ellas se veían estampas familiares veraneando.
-¿De donde es eso?- Preguntó Damián.
Andrea le miró anonadada.
-¿En serio no te acuerdas?- Dijo denotando sorpresa en su voz.- Son las vacaciones en las que nuestras dos familias fueron juntas a Denia.
Sus padres habían sido amigos de la infancia e incluso trabajaban juntos. Para amenizar gastos habían decidido ir juntos tras alquilar un chalet casi a línea de playa. Su hermana y Andrea se pasaron riendo de él casi todas las vacaciones hasta el punto de haber llegado incluso a manifestar su enfado, cosa que todos creían imposible. Las fotos mostraban escenas felices: Su hermana enterrada asomando tan solo la cabeza, Andrea y Damián devorando una sandía sentados en las toallas, sus padres tomándose unas cañas en el chiringuito... Se sentía culpable por haberse olvidado de tales momentos. Todos eran momentos que a la hora de vivirlos eran algo cotidianos, pero a la hora de recordarlos forman lugares de nuestra memoria los cuales visitamos para evadirnos del resto. Casi todos esos momentos para Damián eran con las mismas personas de siempre: su familia y sus únicos pero muy buenos amigos. Se dio cuenta lo fácil que es olvidar los buenos momentos y se dio cuenta que no quería olvidar nada de lo que pasase a continuación. Y no olvidaría nada por que nada merecía ser olvidado.

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