viernes, 24 de julio de 2015

Capítulo 15: Sorteo de azar.

El silencio era sepulcral. Castillo y los hermanos Terry miraban de reojo ha todos los lados posibles desde su posición. Damián los miraba sin comprender, testigo desde hacía cinco minutos en los cuales el había llegado de la particular escena. Nadie se atrevía a romper la concentración de los muchachos, fuese a donde fuera que esta estuviese dirigida, y nadie movía apenas un músculo si no era para tan solo parpadear.
- Cuatro a las dos.- dijo repentinamente uno de los hermanos Terry.
El resto movió tan rápido el cuello que se llegó a escuchar a algún que otro crujido. Damián miraba tratando de comprender que pasaba. Cuando vio que hacian referencia a dos bonitas chicas que paseaban por el centro comercial riendo divertidas lo comprendió todo. No pudo evitar dejar escapar una sonrisa socarrona por no haberse dado cuenta antes.
Para variar sus amigos estaban reflejando su edad promiscua sin ningún tipo de vergüenza, prueba de ello eran los numerosos comentarios de mal gusto, para opinión de Damián.
- Se la metía hasta en el bolso- dijo Castillo señalando a una que pasaba frente a ellos.
Todos rieron del poco tacto del cual hacía gala aquel largo adolescente, que se mofaba de su propia broma.
Damián se sumó al juego señalando a dos o tres.
-Que vista tienes Damián.-dijo uno de estos.
-Y menudas vistas nos dan ellas.-bromeó otro.
Las risas eran un no parar. Damián siempre agradecía compartir momentos con aquellos amigos, a pesar de que tendiesen a repetirse y que luego resultase que todo lo que hablasen fuese por la boca chica. Aun así no podía evitar alegrarse de haber decidido planear él aquel día que tantas sorpresas le iba a dar.

Llegó la hora de comer y tras una breve disputa por visitar varios establecimientos, se pusieron de acuerdo por ir a una conocida franquicia de comida rápida. En breves veinte minutos hicieron todos gala de una voracidad increíble, arrasando con sus bandejas individuales llenas hasta los topes gracias a las ofertas que la marca tenía a su disposición. Abandonaron el local sin tan siquiera recoger los restos que habían dejado, y se dispusieron a visitar el resto de tiendas que se habían dejado aun por ver.
En más de una ocasión se separaron por parejas para ver las tiendas. Castillo se había comprado una camiseta de una cara marca y unas zapatillas que solo por el precio Damián creía que debían de tener hasta tecnología de la NASA. Los hermanos Terry, habituados a compartir la ropa, se habían puesto de acuerdo para hacerse con unas camiseta con diseños de comics conocidos y una gorra de visera plana cada uno, que por su coste podían haberse comprado otro par de camisetas más. Damián no es que fuese un rata, simplemente no le gustaba el hecho de vestir una marca. Con el dinero que tenía ahorrado había comprado dos camisas, una a cuadros con varios tonos de azul cada uno, y una similar pero de tonos rojizos. Un bañador negro adornado con dos bandas blancas reposaba en una de las bolsas con las que cargaba.
- Me falta algo.-dijo Damián mientras caminaba.
- ¿Lo dices por Fofo?-contestó Castillo- Ese tonto prefería que la fea esa de Carla la llorará en el hombro. Y encima el payaso se creerá que se la va a ligar...
- Lo decía porque necesito unas chanclas.
-Castillo dice eso ahora, pero bien que le hablabas a la chavala cuando te enteraste de que lo dejó con el novio.
Las risas se agolparon causando que todos los viandantes se les quedasen mirando. Damián pensó que para aquellas personas no tenían que ser más que unos niñatos con un problema de educación, y la verdad que no iban desencaminados.
Seguían caminando cuando Ramón se detuvo en seco. Todos se voltearon para mirarle.
-¿Qué pasa?-preguntó su hermano Lucas.
Sin tan si quiera abrir la boca señalo en una dirección. Allí se encontraba una muchacha de espaldas. El cabello rubio liso caía hasta la altura de la mitad de su espalda. Bajaron un poco más la vista y entendieron el porque del enmudecimiento de Ramón. Damián nunca había entendido porque los traseros de mujeres podían resustar atractivos, pero no podía negar que el culo de aquella muchacha tenía algo hipnótico.
-¿Quién se acerca a hablarla?- dijo Castillo.
Todos guardaban silencio como un muerto los secretos. Los hermanos Terry eran conocidos por su capacidad de tomar el pelo a cualquiera que pudiesen, pero cuando se trataba del tema de mujeres ambos hermanos dejaban sus chacharan en un cajón olvidado. Castillo era un tanto más lanzado, pero se veía incapaz de hablar a una chica sin conocerla antes de algo. Damián ni tan siquiera pensaba en ligar con una desconocida, por muy despampanante que fuese su culo. Aun así con una sonrisa se dirigió hacia ella. Sus amigos se paralizaron ante tal sorpresa. No tenía pensado ni llevarse su móvil ni nada semejante, solo crear una buena anécdota de la cual se pudieran reír. Estaba ya a un metro de aquella chica y sintió el galope de su corazón que trataba de atravesar su fino pecho. Ella estaba de espaldas a él hablando con una poco agraciada chica que rondaría los dieciséis. Colocó la mano sobre su hombro y habló.
- Hola, perdona, es que te he visto, y bueno, he sido incapaz de no acercarme a hablarte y...
La chica se volteó y las palabras de Damián cayeron a plomo contra el suelo. Su corazón se encontraba al borde del infarto, más un revuelo en su estómago lo torturaba cruelmente.
-Aiba, Dami, que casualidad. ¿Qué tal?
Elena se encontraba frente a él, brillando tras el mar que robosaba en sus ojos.
-Bueno, que he venido aquí con estos y...te he visto, vamos. Me acercado a saludarte por cumplir y esas cosas.
Se sentía más estúpido a cada palabra que al viento libraba. Ella no dejaba de sonreír y mirarle de una manera que a él se le antojo inocente. Se giró Damián en busca de apoyo amigo, pero se habían cerrado en corrillo, fingiendo que la cosa no iba con ellos. Menudos amigos pensó. La miró de nuevo.
-¿De compritas entonces?
Era más que obvio, pero no sabía como salir de ese callejón sin salida en el cual se había metido. Para la próxima vez actuaría antes de pensar.
- Pues si, he venido aquí con mi prima Lara.
Con un gesto señalo a su prima y los presentó. Dos besos en cada mejilla le permitió a Damián notar que la piel de la cara de esa muchacha estaba áspera debido a numerosos pequeños granitos.
Se fijó con detenimiento. Al igual que Elena era rubia, pero su cabello llegaba hasta los hombros y parecía tenerlo muy maltratado. Sus ojos azules hacían contraste con una cara rojiza llena de erupciones junto a una fea nariz aguileña. Volvió a centrarse en Elena para tratar de no ser descarado.
-Llevamos aquí desde las tres y la verdad es que ya nos estamos aburriendo.
-Veniros con nosotros entonces.- Se apresuró a decir Damián.
-No queremos molestar.
-No sois molestia, idiota.
Las invitó con la mano a ir hacia donde estaban sus amigos. En un breve momento las presentó y les informó de los cambios de planes. Sus amigos sonreían, pero sabía que por dentro le maldecían, ahora tenían que controlar todos sus comentarios obscenos.
Comenzaron a andar por aquel amplio centro comercial. Un par de halagos a aquella chica de ojos marinos le sirvió para que se ganase que ella se abrazase a su brazo por un rato. Aun quedaba tarde, y no sabía en que momento sus nervios le iban permitir disfrutar de la sensación que le producía el contacto de Elena. Los nervios aveces no nos dejan concentrarnos en lo que realmente nos puede hacer sentir bien pensó.

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