martes, 15 de diciembre de 2015

Diario de Damián: Rabia.

Me resultaba increíble que por aquel entonces aun fuera capaz de sentirme tan incomprendido como para no entenderme ni a mi mismo. Solo tenía dos problemas, dos quebraderos de cabeza que pesaban toneladas sobre mi conciencia adolescente.
El hecho de que Fofo no se dignase a hablarme por no ser capaz de no llevar a cabo sus fantasías me resultaba estúpido. Estaba claro que no iba a ser yo la persona que volviese realidad cada una de sus idioteces, esos sueños imposibles de los que no quería despertar.
Considero un hecho que una persona antes de culparse a si mismo,  se enfadará hasta con su sombra, viéndola como la causante de su desgracia. Así somos, unos altruístas que quieren compartir todos los triunfos, unos egoístas que deciden callar sus fracasos. Vivimos en una sociedad, que por mucho tiempo que pase, permanecerá siendo lactante, llorando por antojos, para llamar la atención, ignorando a cualquiera que no sea el que se refleja frente a nosotros mismos.
Podía pedir perdón, pero, no serviría de nada. No es cuestión solo de orgullo, es de lógica. Le pediría perdón por algo que volveré a hacer, pues no se que es aquello que le molesta, un algo que es incapaz de decirme en que consiste, salvo comportarse como un inmaduro emocional.
Y si el caso de Fofo ya pesaba sobre mi espíritu juvenil, se le sumaba el caso de Andrés, aquel chico que rondaba tras mi hermana, sacándola bastante edad.
Estaba seguro que andaba tras ella solo para aprovecharse de su desconocimiento, de su oído poco hecho a las palabras bonitas, del cuerpo maduro que aun guardaba a una niña en desarrollo. Es mi labor como hermano mayor protegerla.
Como hombre conozco nuestra forma de ser, enamoradizos ante una mujer de aspecto fragil a la vez que bella, un cuerpo similar a un circuito, lleno de curvas donde poder descarrillar nuestras miradas aceleradas, ese aspecto entremezclado de niña inocente esculpida en el rostro y un cuerpo sumado a una acción de mujer madura.
Sabía lo que era, lo experimentaba a diario, Elena ocupaba mi mirada, y algun furtivo vistazo por una anónima mujer que causaba mi estupor, al quedar su imagen en mi cerebro adolescente y hormonado. Sabía que era querer que sus manos fuesen como faros que guiasen a las mias, el agarre que tirara de mi nuca para acercarme hacia ella, la tierna expresión que nos estremece, agitando cada fibra de nuestro cuerpo, haciendo celebrar al alma que aun es joven hasta el punto de querer intercambiarse para poder recibir un simple beso. Conocía de sobra que era querer hacer de un pecho mi almohada, de su vientre un pozo, donde sacar el agua que saciase mi sed, y de sus piernas, el carril que nos dirige hasta el Edén. Querer poseer a alguien, aunque esa sensación solo suele durar un instante. Un breve parpadeo, hasta que el cuerpo sensible se siente saciado.
No haría Andrés de mi hermana un juguete que complaciese esa fuerte necesidad física. Silvia estaba siendo engañada por las palabras que ella quería oir. Estaba seguro de ello. No dejaría que la hiciese sufrir por el antojo pasional de su entrepierna. Podría hacerlo con cualquiera, pero no con mi hermana.
Tal vez resulte un tanto machista esto que plasmo en este diario, pero el hecho de ser hombre me hace saber como somos, y se que a lo mejor coharto su libertad a equivocarse, pero hay fallos que hacen más daño que de maestras, pues existen personas incapaces de aprender la lección, de ahí que las piedras sean guijarros erosionados de tantos tropiezos.
Sabe el cielo que aveces el amor se manifiesta de formas extrañas, de ahí que inspire los más raros de los artes. Mi amor es por mi hermana, en estos días la dedico parte de mi única obra: Mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario