El tiempo volaba entre las
páginas de aquel libro de texto de biología. A través de la ventana poco
tránsito decoraba el urbano panorama. Un aroma dulzón trataba de escaparse de
una mochila que se encontraba bajo su pupitre. Sentía rugir sus tripas y miraba
a su reloj con nerviosismo. Esas manecillas se mantenían reticentes a marcar la
hora del recreo y repercutía en su baile de piernas. La lección sonaba de fondo
en sus oídos. Él se encontraba en sus ensoñaciones, para variar. Un cuaderno escrito
reposaba en su mesa ahogado en tinta con tanta letra escrita.
-¿Qué estás escribiendo,
Dami?-dijo su compañera de al lado.
La miró y por un segundo
pareció estudiarla. Unos ojos azules llamaban toda la atención y absorbía las
miradas. Dami escrutó la vista hacia su cuaderno y se sonrió.
-Un diario. Siempre es
bueno tener recuerdos por escrito.
Perpleja sus ojos azules
aceleraron su pestañeo.
-¿No tienes miedo de que
alguien lo lea?
Resopló y se estiró en el
sitio. La respuesta de Damián sorprendió mucho más a su compañera. Alargó la
mano hacia el cuaderno y se lo tendió.
-Mañana me lo
devuelves.-dijo sereno sin mirarla tan si quiera- No tengo nada que me dé miedo
que se sepa, Marta.
La muchacha parecía
haberse quedado congelada. Negó con la cabeza y apartó el cuaderno ofrecido.
-No quisiera saber que
pasa por esa loca cabeza.
La frase quedó en el aire
volando libre. Un silencio de película se ciñó a la escena en la que un
profesor de fondo escribía en la pizarra teorías evolutivas. Damián miró el
reloj. Quedaban cinco minutos para que sonara su media hora de libertad. Apretó
los dientes y continuó con su incansable baile. La pizarra rechinaba con el
roce de la tiza y completaba un pequeño esquema sobre la teoría de Lamarck.
Sonó el timbre escandaloso y adelantándose los alumnos a aquel profesor que
continuaban con su explicación se levantaron sin su consentimiento y salieron
por la puerta. Damián seguía en su asiento mientras aquel hombre criticaba la
mala educación de aquellos alumnos finalizando permitiendo a aquellos que
habían respetado su presencia salieran al recreo.
Damián se apresuró a bajar
las escaleras junto con Fofo, el cual iba a su misma clase. Este no paraba de
hablar de una nueva serie que había comenzado a ver y Damián fingía interés en
el tema. Bajando los últimos escalones sintió una mano tirar de una de sus
mangas. Se volteó y vio que aquella que tiraba de él era Andrea.
-¿Qué tal la primera
semana, Dami?- preguntó.
-Bien dentro de lo que
cabe en el hecho de que son clases- respondió con sorna.
Hicieron los tres juntos
el trayecto hasta la puerta de salida del centro y allí se despidió Andrea de
ellos, pues ella pasaba los recreos con las chicas de su clase. Junto con Fofo
se encontraron con el resto del grupo. Castillo contaba chistes mientras los
hermanos Terry reían a carcajada limpia. El cielo se tornaba oscuro y anunciaba
lluvia para la tarde de aquel día. Ramón miraba al cielo mientras hablaba.
-¿Creéis que está tarde el
tiempo estropeará el plan?
Damián recordó entonces
que habían quedado en casa de Castillo para ver una película recién salida a la
cartelera.
-Manda cojones que tenga
que ver una peli con vosotros y no con una chica abrazado.-Bromeó Castillo.
-¿Nos cambiarías por la
hermana de Dami?-Rió Fofo.
Castillo miraba serio a su
amigo. Esos comentarios se habían vuelto tan repetitivos que comenzaban a
molestar al muchacho. Damián igual comenzaba a mosquearse. No le gustaba cuando
su grupo de amigos trataba de juntarse con las amigas de su hermana. No
le caían muy bien. Empezó a recordar las tertulias en su casa junto con Silvia
que mantenían a menudo con temas tan mundanos como ropa, estudios y casi
siempre, chicos. Solo la nueva integrante, Rocío, parecía no ser tan estúpida
como aquellas niñas. Sus ojos verdes le vinieron a la cabeza, lo que ya se
había convertido en una costumbre.
-No te piques tío.
Inténtalo con otra.-Dijo Fofo- Su amiga Rocío por ejemplo no está mal.
Damián salió de su
ensoñación y le lanzó una mirada asesina instintivamente.
-Fofo, tío, que esa es
para Dami.-soltó Ramón entre risas.
Damián no estaba
acostumbrado a ese tipo de bromas y le irritaban profundamente. El resto del
recreo fue dedicado a hablar de temas variados, como los planes para el fin de
semana y videojuegos.
Subieron las escaleras con
pies plomizos mientras gritaban tonterías montando un espectáculo para el resto
de alumnos. Damián y Fofo se despidieron del grupo y se dirigieron a su clase.
Tocaba historia, una de las asignaturas que más odiaba. Ocupó su asiento
dejándose caer sobre la silla. Al lado, Marta le dedicó una sonrisa a modo de
saludo y continuó escribiendo en una agenda escolar. Pronto llegó el profesor y
comenzó con la pesada asignatura. Damián jugueteaba con un lápiz mientras aquel
hombre, que tendría cerca de sesenta años, relataba los acontecimientos más
importantes de la Edad Media en España. Había pasado media hora la cual sentía
como si medio año se tratara cuando llamaron a la puerta con un toque de
nudillos. La explicación se vio interrumpida al abrirse aquella puerta y pasar
la directora del instituto.
-Buenos días chicos- dijo
mientras se dirigía al profesor.
Susurró algo en su oído
mientras asentía. Se giró hacia el alumnado y con voz firme comenzó a hablar.
-Chicos, vais a tener una
compañera nueva. Sobra decir que quiero un buen recibimiento por vuestra parte
y os ahorréis bromas de cualquier tipo. Lo digo por usted, Fernando.- Su amigo
no podía contener la risa mientras hablaba la directora la cual le ignoraba tal
falta de respeto.
María, que así se llamaba
la directora se acercó a la puerta e hizo un gesto a la persona que había tras
ella. Al verla a Damián sintió como que el tiempo se paraba. Creyó ser
consciente de todo en ese momento, de su aceleración en su pulso, de la
dilatación de sus pupilas, del temblor nervioso que le recorrió todo el cuerpo
e incluso del cuchicheo de sus compañeros. Aquellos ojos salieron de su cabeza
para plantarse delante de él. Rocío estaba frente la puerta, tímida y sonrojada
tras ver la expectación que había levantado. Sus ojos verdes parecían refulgir
con fuerza.
-Rocío, está es tu clase.
Te sentarás en el sitio vacío que hay junto el señorito Carrasco, delante del
silencioso Damián. En la hora de tutoría te presentarás y esas cosas.- dijo la
directora- Podéis continuar con la clase.
Rocío andaba hacia su
sitio asignado cuando sus ojos chocaron con los de Damián. Su rostro reflejaba
sorpresa al verle pero al segundo se transformó en un saludo tímido con la
mano. Tras sentarse aquel viejo profesor de historia comenzó a hacerla las
preguntas pertinentes respecto al material y resto de cosas.
Damián no lograba
controlar su nerviosismo. ¿Por qué tanta casualidad? No lo lograba comprender.
Un codazo de su compañera le despertó.
-¿La conoces, Dami?
Este aun seguía con la
boca abierta. Asintió como un bobo y miró al frente. Él siempre negó la
existencia de Dios pero pensó que en caso de que existiese debía ser muy
retorcido.
Tocó el timbre y el
profesor salió de la clase. Durante el cambio de hora todos se acercaban a
conocer a la novedad. Damián había tenido que sufrir ver como Carrasco durante
la clase de historia trataba de ligar con ella soltando mil piropos, los cuales
le recordaron a él con Ana y Lucia, las que más tarde le causaron una paliza a
manos de aquella mala bestia. Todos la preguntaban de donde venía y con quien
salía. Todo se vio interrumpido con la llegada de la profesora de plástica. Su
sola presencia valió para que sin dirigir ni una palabra todos se sentaran en
sus correspondientes sitios. Aquella mujer no reparó en la nueva alumna así que
se limitó a mandar la lámina de turno y a sentarse en su mesa con un portátil.
Damián estaba dibujando fingiendo que Rocío no estaba allí.
-¿Hoy te veré?
Levantó la vista de aquel
bloc para ver que quien le hablaba era Rocío.
-¿Cómo?- Logró titubear.
-Hoy he quedado con tu
hermana en tu casa.
Damián no sabía que
responder y la muchacha no paraba de sacar tema de conversación. Poco a poco
fue relajándose y soltándose según se desarrollaba la charla. Poco a poco iba
descubriendo pequeñas cosas de ella que le iban sorprendiendo. Compartían
muchos puntos de vista. Sonó el timbre marcando el fin de las clases y se
despidieron. Por una vez Damián no quería que sonara el timbre, pero le
alegraba la idea de poder verla por la tarde. Debería cancelar los planes con
sus amigos, aunque estos no se extrañarían, solía hacerlo a menudo para
quedarse solo en casa. Estaba deseando que llegase la hora de poder volver a
verla.
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