lunes, 8 de septiembre de 2014

Capítulo 4:Timbres de cincuenta minutos.

El tiempo volaba entre las páginas de aquel libro de texto de biología. A través de la ventana poco tránsito decoraba el urbano panorama. Un aroma dulzón trataba de escaparse de una mochila que se encontraba bajo su pupitre. Sentía rugir sus tripas y miraba a su reloj con nerviosismo. Esas manecillas se mantenían reticentes a marcar la hora del recreo y repercutía en su baile de piernas. La lección sonaba de fondo en sus oídos. Él se encontraba en sus ensoñaciones, para variar. Un cuaderno escrito reposaba en su mesa ahogado en tinta con tanta letra escrita.
-¿Qué estás escribiendo, Dami?-dijo su compañera de al lado.
La miró y por un segundo pareció estudiarla. Unos ojos azules llamaban toda la atención y absorbía las miradas. Dami escrutó la vista hacia su cuaderno y se sonrió.
-Un diario. Siempre es bueno tener recuerdos por escrito.
Perpleja sus ojos azules aceleraron su pestañeo.
-¿No tienes miedo de que alguien lo lea?
Resopló y se estiró en el sitio. La respuesta de Damián sorprendió mucho más a su compañera. Alargó la mano hacia el cuaderno y se lo tendió.
-Mañana me lo devuelves.-dijo sereno sin mirarla tan si quiera- No tengo nada que me dé miedo que se sepa, Marta.
La muchacha parecía haberse quedado congelada. Negó con la cabeza y apartó el cuaderno ofrecido.
-No quisiera saber que pasa por esa loca cabeza.
La frase quedó en el aire volando libre. Un silencio de película se ciñó a la escena en la que un profesor de fondo escribía en la pizarra teorías evolutivas. Damián miró el reloj. Quedaban cinco minutos para que sonara su media hora de libertad. Apretó los dientes y continuó con su incansable baile. La pizarra rechinaba con el roce de la tiza y completaba un pequeño esquema sobre la teoría de Lamarck. Sonó el timbre escandaloso y adelantándose los alumnos a aquel profesor que continuaban con su explicación se levantaron sin su consentimiento y salieron por la puerta. Damián seguía en su asiento mientras aquel hombre criticaba la mala educación de aquellos alumnos finalizando permitiendo a aquellos que habían respetado su presencia salieran al recreo.
Damián se apresuró a bajar las escaleras junto con Fofo, el cual iba a su misma clase. Este no paraba de hablar de una nueva serie que había comenzado a ver y Damián fingía interés en el tema. Bajando los últimos escalones sintió una mano tirar de una de sus mangas. Se volteó y vio que aquella que tiraba de él era Andrea.
-¿Qué tal la primera semana, Dami?- preguntó.
-Bien dentro de lo que cabe en el hecho de que son clases- respondió con sorna.
Hicieron los tres juntos el trayecto hasta la puerta de salida del centro y allí se despidió Andrea de ellos, pues ella pasaba los recreos con las chicas de su clase. Junto con Fofo se encontraron con el resto del grupo. Castillo contaba chistes mientras los hermanos Terry reían a carcajada limpia. El cielo se tornaba oscuro y anunciaba lluvia para la tarde de aquel día. Ramón miraba al cielo mientras hablaba.
-¿Creéis que está tarde el tiempo estropeará el plan?
Damián recordó entonces que habían quedado en casa de Castillo para ver una película recién salida a la cartelera.
-Manda cojones que tenga que ver una peli con vosotros y no con una chica abrazado.-Bromeó Castillo.
-¿Nos cambiarías por la hermana de Dami?-Rió Fofo.
Castillo miraba serio a su amigo. Esos comentarios se habían vuelto tan repetitivos que comenzaban a molestar al muchacho. Damián igual comenzaba a mosquearse. No le gustaba cuando su grupo de amigos trataba  de juntarse con las amigas de su hermana. No le caían muy bien. Empezó a recordar las tertulias en su casa junto con Silvia que mantenían a menudo con temas tan mundanos como ropa, estudios y casi siempre, chicos. Solo la nueva integrante, Rocío, parecía no ser tan estúpida como aquellas niñas. Sus ojos verdes le vinieron a la cabeza, lo que ya se había convertido en una costumbre.
-No te piques tío. Inténtalo con otra.-Dijo Fofo- Su amiga Rocío por ejemplo no está mal.
Damián salió de su ensoñación y le lanzó una mirada asesina instintivamente.
-Fofo, tío, que esa es para Dami.-soltó Ramón entre risas.
Damián no estaba acostumbrado a ese tipo de bromas y le irritaban profundamente. El resto del recreo fue dedicado a hablar de temas variados, como los planes para el fin de semana y videojuegos.
Subieron las escaleras con pies plomizos mientras gritaban tonterías montando un espectáculo para el resto de alumnos. Damián y Fofo se despidieron del grupo y se dirigieron a su clase. Tocaba historia, una de las asignaturas que más odiaba. Ocupó su asiento dejándose caer sobre la silla. Al lado, Marta le dedicó una sonrisa a modo de saludo y continuó escribiendo en una agenda escolar. Pronto llegó el profesor y comenzó con la pesada asignatura. Damián jugueteaba con un lápiz mientras aquel hombre, que tendría cerca de sesenta años, relataba los acontecimientos más importantes de la Edad Media en España. Había pasado media hora la cual sentía como si medio año se tratara cuando llamaron a la puerta con un toque de nudillos. La explicación se vio interrumpida al abrirse aquella puerta y pasar la directora del instituto.
-Buenos días chicos- dijo mientras se dirigía al profesor.
Susurró algo en su oído mientras asentía. Se giró hacia el alumnado y con voz firme comenzó a hablar.
-Chicos, vais a tener una compañera nueva. Sobra decir que quiero un buen recibimiento por vuestra parte y os ahorréis bromas de cualquier tipo. Lo digo por usted, Fernando.- Su amigo no podía contener la risa mientras hablaba la directora la cual le ignoraba tal falta de respeto.
María, que así se llamaba la directora se acercó a la puerta e hizo un gesto a la persona que había tras ella. Al verla a Damián sintió como que el tiempo se paraba. Creyó ser consciente de todo en ese momento, de su aceleración en su pulso, de la dilatación de sus pupilas, del temblor nervioso que le recorrió todo el cuerpo e incluso del cuchicheo de sus compañeros. Aquellos ojos salieron de su cabeza para plantarse delante de él. Rocío estaba frente la puerta, tímida y sonrojada tras ver la expectación que había levantado. Sus ojos verdes parecían refulgir con fuerza.
-Rocío, está es tu clase. Te sentarás en el sitio vacío que hay junto el señorito Carrasco, delante del silencioso Damián. En la hora de tutoría te presentarás y esas cosas.- dijo la directora- Podéis continuar con la clase.
Rocío andaba hacia su sitio asignado cuando sus ojos chocaron con los de Damián. Su rostro reflejaba sorpresa al verle pero al segundo se transformó en un saludo tímido con la mano. Tras sentarse aquel viejo profesor de historia comenzó a hacerla las preguntas pertinentes respecto al material y resto de cosas.
Damián no lograba controlar su nerviosismo. ¿Por qué tanta casualidad? No lo lograba comprender. Un codazo de su compañera le despertó.
-¿La conoces, Dami?
Este aun seguía con la boca abierta. Asintió como un bobo y miró al frente. Él siempre negó la existencia de Dios pero pensó que en caso de que existiese debía ser muy retorcido.

Tocó el timbre y el profesor salió de la clase. Durante el cambio de hora todos se acercaban a conocer a la novedad. Damián había tenido que sufrir ver como Carrasco durante la clase de historia trataba de ligar con ella soltando mil piropos, los cuales le recordaron a él con Ana y Lucia, las que más tarde le causaron una paliza a manos de aquella mala bestia. Todos la preguntaban de donde venía y con quien salía. Todo se vio interrumpido con la llegada de la profesora de plástica. Su sola presencia valió para que sin dirigir ni una palabra todos se sentaran en sus correspondientes sitios. Aquella mujer no reparó en la nueva alumna así que se limitó a mandar la lámina de turno y a sentarse en su mesa con un portátil. Damián estaba dibujando fingiendo que Rocío no estaba allí.
-¿Hoy te veré?
Levantó la vista de aquel bloc para ver que quien le hablaba era Rocío.
-¿Cómo?- Logró titubear.
-Hoy he quedado con tu hermana en tu casa.
Damián no sabía que responder y la muchacha no paraba de sacar tema de conversación. Poco a poco fue relajándose y soltándose según se desarrollaba la charla. Poco a poco iba descubriendo pequeñas cosas de ella que le iban sorprendiendo. Compartían muchos puntos de vista. Sonó el timbre marcando el fin de las clases y se despidieron. Por una vez Damián no quería que sonara el timbre, pero le alegraba la idea de poder verla por la tarde. Debería cancelar los planes con sus amigos, aunque estos no se extrañarían, solía hacerlo a menudo para quedarse solo en casa. Estaba deseando que llegase la hora de poder volver a verla.


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