jueves, 30 de julio de 2015

Capítulo 17: Los poetas lloran versos.

El calor de aquella habitación se estaba volviendo algo insufrible, perlando la frente de los dos adolescentes. Andrea miraba a Damián boquiabierta, anonadada ante el relato que su amigo le estaba contando. Se mostraba incrédula ante aquel suceso experimentado por Damián. En su mente solo se concebía la idea de que todo era una invención, una tomadura de pelo o algo similar.
-¿Pero a ti no te gustaba Rocío?
Damián miraba al suelo, en un intento fallido de eludir tener que responder.
-Sinceramente, no lo se.
Andrea seguía en estupefacta, tratando aun de asimilar aquel beso el cual robó Damián de labios de Elena.
-¿Cómo fue exactamente?
Miraba a las blancas paredes de la habitación, evitando la mirada de su amiga. Cerró los ojos por un instante y comenzó a volver a relatar los hechos.
-La acompañé hasta su casa, y, no sabría explicarlo. Sentí el impulso de hacer aquello que hice al ver que me miraba con una expresión...
-¿tierna?- aventuró Andrea.
-Se podría decir, si. Bueno, ella se giró y creía que se iba, pero cuando vi que tardaba en abrir, pues me sentí incapaz de controlarme.
Andrea le miraba fijamente.
-¿Y?-añadió nerviosa
-Pues la besé.-respondió con un tono remarcando obviedad.
-Pero como fue pedazo de idiota. ¿No hizo amago de quitarse? ¿No dijo nada después? ¿Aclarasteis que sentís algo? ¡Cuenta!
El muchacho ya estaba cansado del interrogatorio al cual se estaba viendo sometido. A diferencia de sus amigos, Andrea no paraba de preguntar y preguntar mientras que ellos solo le felicitaron y le preguntaron tan solo si "se liaba bien".
-La verdad es que sentí como si ella también al ver que iba a besarla se acercase a mi. Y después, bueno, no había palabras, aunque si las había no dejamos hueco para ellas.
-¿Os liasteis y ya esta?
Damián recordaba la sonrisa de Elena y aquel adiós que se perdió como un susurro, junto con aquella brisa nocturna de verano que danzaba alrededor de ellos. Verla irse por aquellas escaleras del portal le creo un vacío en el pecho, aunque no podía evitar que se le antojase elegante el paso con el cual ascendía aquellos peldaños. Volvió a casa embriagado de aquellas caricias que a pesar de haber sido hacía tan solo unos instantes las notaba lejanas.
-¿Y Rocío?
La voz de Andrea le devolvió a la realidad. Por alguna extraña razón, el perder el contacto con ella supuso el ir olvidando poco a poco aquellos sentimientos de atracción, sumado a esto, la aparición de Elena como nueva compañera de pupitre suponía conocer a alguien nuevo, o mejor dicho, conocerse a si mismo.
-Rocío de por si llevaba extraña conmigo bastante tiempo, y, no se...-dejó escapar un bufido.- Elena tiene...algo.
Buscaba las palabras, pero no encontraba las expresiones adecuadas. En ese instante, Andrea se levantó, se acercó a una estantería y extrajo un libro. Se lo lanzó a Damián que lo agarró al vuelo en un acto reflejo. Miro la portada y leyó: Antología poética de Mario Benedetti.
-¿Por qué me das esto?
Andrea sonreía casi de oreja a oreja. -Mi padre siempre ha dicho que la poesía son las palabras que el corazón bloquea por las dudas del que será.
-Y mi padre dice que es una mariconada.
Andrea arqueó una ceja.
-¿Cuánta poesía has leído en tu vida?
Damián se guardó el libro en la cartera mientras prometía leerlo más tarde. Pasaron el resto de la tarde preparando uno de esos exámenes finales que tanto atormentan a los buenos estudiantes, aunque Damián nunca hubiese sido uno de ellos.

Cayó la noche mientras el se dejaba caer sobre la cama. Se encontraba aburrido de tanta ecuación, las cuales no le servían para resolver la incognita de sus días. Resoplaba mientras permanecía tumbado cuando oyó llegar a su hermana. Se asomó para darla las buenas noches, acto que venía siendo fruto de la nueva relación que habían establecido como hermanos. Al abrir la puerta se topó con un rostro enfadado.
-¿Te pasa algo?
-Rocío, que es retrasada la pobre.
Damián no entendía nada, pero tampoco quería molestar a su hermana.
-¿Sabes lo que ha pasado?- dijo esta repentinamente.
-Pues si no me lo cuentas tú, no.
No sabía porque siempre se mostraba irónico y sarcástico con su hermana, hay costumbres que  nunca se pierden a pesar de los cambios.
-Pues que la digo de subir a casa para cambiarme tras mancharme por su culpa y que se niega a acercarse tan solo.
-¿Y eso?
-Por no encontrarse contigo.
La sorpresa llegó como un golpe. Sabía que estaba distante, pero tanto como para no querer ni verle, no se lo esperaba.
-¿Y porqué no quiere encontrarse conmigo?
La expresión de Silvia cambió un poco. Su tono se torno más delicado. Al parecer, Rocío estaba al tanto de la atracción que ejercía sobre él, pero que no resultaba su tipo y no quería hacerle ilusiones. Damián no pudo evitar sonreírse para si mismo. Hacía tiempo que las llamas azules habían dejado extintas a la lumbre verdosa, prendiendo su corazón sin llegar a quemarlo. Aun así no podía evitar sentirse molesto. Ese acto lo sentía como una mezcla entre lástima y prepotencia. La verdad es que tampoco le había demostrado ser ese tipo de persona que es capaz de dejar las cosas claras, resultaba ser uno de esos personajes que huyen para no toparse con lo adverso. Damián se acercó a su hermana y la abrazó.
-No te enfades por eso anda, pasa del tema.
Silvia se mantenía rígida entre sus brazos, aunque segundos más tardes le correspondió apretandole fuerte ella. La dio las buenas noches y volvió a su habitación. Antes de tumbarse recordó aquel libro que su amiga Andrea le había dejado, así que lo tomó dispuesto a encontrar las palabras que el creía perdidas.

Media hora más tarde entre ese mar de poemas, no encontraba nada con lo cual se sintiese identificado, y por si fuese poco, entendía muy poco de aquellas expresiones. Fue entonces pasando páginas de forma aleatoria cuando se topó con un título que le llamaba la atención. Bocas de Mario Benedetti era un composición breve, bastante simple para el entendimiento,  pero que logró que Damián diese con aquello que buscaba: un sentido a aquel beso que robó. Entonces comprendió los poemas anteriores, comprendió que los poemas eran llantos y alegrías, era la expresión viva de aquello que el corazón ve. De ese poema entendió que el amor no solo son caricias y besos, está también el choque de dos personas, tanto en lo bueno como en lo malo, pero que siempre concluye en la unión de almas. En ese instante, Damián se sintió un niño ignorante, pues cuando él, como persona común, lloraba lágrimas, mientras los poetas, lloraban versos, palabras que no mojan si no que calan hasta el alma y perduran a pesar del paso del tiempo.

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