miércoles, 25 de febrero de 2015

Capítulo 13: La cara y no la espalda.

La respiración se bloqueaba en su traquea y el aire se negaba a pasar más allá. Un vaso frente a él con una burbujeante bebida parecía mofarse de él carcajeándose con cada pompa de gas que se liberaba. Odiaba las situaciones incómodas y esa no era una excepción. Las amigas de Andrea les habían invitado a sentarse junto a ellas por falta de mesas libres. Damián no se consideraba un experto en mujeres, más bien todo lo contrario, pero si algo sabía de ellas es que pueden ser muy vengativas, rencorosas, manipuladoras y lo peor de todo, sutiles es sus puñaladas. Fuera de la conversación parecía un grupo de amigas normal y corriente, pero siendo un testigo cercano como estaba siendo él podía alcanzar a oler el azufre y el fósforo mientras cada una de esas maquivélicas mentes del diablo mostraban falsas sonrisas dispuestas a segar la vida de cualquiera con sus afiladas lenguas bífidas. Andrea trataba de mostrarse con normalidad pero para el ojo atento era obvio su nerviosismo por pequeños detalles: el temblor de su voz, algunos movimientos torpes y los intentos de mirar a otro sitio que no fuese los ojos de aquellas leonas que esperaban su momento para saltar sobre su cuello. Su disculpa había sido lo más triste de todo, le sorprendía la falta de imaginación que podía llegar a dejar tantas lagunas en sus excusas baratas e improvisadas. Una supuesta fiebre que había remitido y pocas ganas de tener un día movido hacia de Damián de temer por sus espaldas.
La bebida en los vasos se consumía rápido en esos labios sedientos y las pullas hacia Andrea se mostraban continuas.
-Bueno Andrea, dentro de nada haré una fiesta por mi cumple, espero que no te de fiebre.- dijo una.
Todas reían mientras que la pobre solo podía quedarse mirando cual culpable que ha sido descubierto.
-Que mala eres Bea, ya sabes que Andrea sufre de fuertes dolores de cabeza.- y mientras decía esto miraba directamente a Damián.
Su sonrisa maliciosa dejaba entrever la intención con la cual decía dichas palabras. Damián sentía el pecho acelerarse al ser invadido por el deseo de responder de una manera igual de mordaz, pero tenía en consideración el estado de la situación por lo que se contuvo devolviendo una simple medio sonrisa tratando de parecer ingenuo.
La conversación parecía ya más en otros temas ajenos y comenzaron lo que para Damián no era más que esa típica conversación de mujeres cotilleando sobre otras parejas. Durante casi media hora despotricaron sobre una de las amigas que se había ausentado por ya tener planes con su novio, el cual según ellas era demasiado para su amiga. Conocía a dicha amiga. Era algo bajita, con un poco más de peso de lo recomendable, sus ojos caídos parecía siempre tristes de no ser porque siempre estaba sonriendo. Para Damián era la única chica simpática junto con Andrea de todo ese grupo. El novio también le conocía, le había visto más de una vez conversando con su amigo Castillo llegando incluso a tratar un poco con él. Aunque a primera vista desprendía un halo de prepotencia el conocerle te hacía cambiar de parecer hasta el extremo, viendo en el una persona de gran humildad. No era un mal tipo. Volviendo de su nube de pensamientos regresó a su condena de cadenas incómodas donde seguían hablando mal de la muchacha.
-Poco le va a durar. Que fea que es. Y encima vistiendo así.
-A tenido que ser muy guarra para conseguirle.
-Debe creer que tiene dinero.
-¿Cómo va a creer eso? ¿Has visto como viste?
Damián seguía sorprendiéndose por la capacidad de esas quinceañeras para insultar a su propia amiga. Sabía que si estuviese presente la estaría regalando los oídos, palabras de caramelo entre esas falsas amistades que mantenían entre ellas. Su grupo de amigos era todo lo contrario. En la cara no era más que insultos, ninguna palabra cariñosa sino al contrario, pero cuando uno no estaba solo se era objetivo, podía haber quejas, pero siempre se finalizaban con un "pero es un gran tío". Damián se reía en ese momento de aquel que dijo que los hombres y mujeres solo eran distintos físicamente. Los comportamientos eran contrarios, los hábitos diferentes e incluso la forma de sentir. Hombres y  mujeres solo son iguales en derechos y obligaciones, o al menos así debería ser sino fuese por esta sociedad machista.
La retahíla de calificativos caía sobre la mesa y las risas hacían la de banda sonora. La mayor de sus sorpresas fue que hasta Andrea participaba. Dejo libre un suspiro y se levantó.
-Voy un momento al baño.- dijo disculpándose.
Parecían que no le habían oído por no decir que fue ignorado. No tenía ninguna necesidad que requiriera del aseo pero necesitaba escapar de ahí, aunque fuese por cinco minutos. Entró al lavabo y se quedó mirándose frente al espejo. La imagen que contemplaba se le antojaba cansada. Los trazos que firmaba sus ojeras sumado a una expresión apagada formaban aquel rostro infantil de ojos maduros. Salió de allí con paso lento, con ganas de que todo pasara rápido para poder volver al refugio que era su habitación.
Al llegar a la mesa se percató que en su ausencia había llegado aquella amiga a la cual habían mentado literalmente como "tapón grueso". Debían de dolerla los oídos de una forma escandalosa de tanto pitarles.
-Menos mal que al final has venido cari.- decía una mientras la daba un fuerte beso en la mejilla.
-Joder, te hemos echado mazo de menos.
-Mírala que guapa, madre.
La chica devolvía las zalamerías con la misma mano diestra que estas.
Sin mediar palabra, Damián se levantó, dejó en la mesa un billete pequeño que cubría las bebidas de Andrea y suyas. Ya había visto demasiado, si seguía allí explotaría.
-¿Te vas?- pregunto una de las malas actrices.
-Si, no quiero molestar más.
-Si no molestas tonto.- dijo una jocosamente.
Damián comenzó a reír pillando a todas por sorpresa. La gota siempre acaba por colmar el vaso pensó. Miró a la recién llegada y tras parar de reír dijo de manera seria.
-Yo no molesto, lo que las molesta es tu "cuerpo botijo", tu "ropa de mercadillo" y tus "ojos de rana". Considéralo envidia, eso solo ha sido media hora hablando de ti, la otra media ha sido de tu novio, y no tan mal precisamente.
Todas enmudecieron, nadie se atrevía a romper el silencio.
-¿De qué vas, chaval?- dijo una de ellas envalentonada.
La miro fijamente. Era la que había dejado caer la indirecta de que él era los dolores de cabeza de Andrea.
-No me culpes, la culpa es tuya por ser una jodida falsa.- se detuvo un momento esperando reacciones.- El dolor de cabeza se va tras tomar de su propia medicina. Que asco de voces chillonas.
Dio media vuelta y se marchó. El silencio que guardaron en sus labios le permitió escuchar como su amiga Andrea se levantaba, cogía su abrigo y le seguía tras disculparse por él.
Mejor así que aguantando payasas pensó.

-¿Porqué has dicho todo eso?
¿Porqué no lo has hecho tú? pensó, pero decidió guardar silencio.
-Nunca te había visto llegar hasta ese punto de borde. Dami, estás cambiando.
No pudo evitar el sonreírse. ¿De verdad estaba cambiando? Era cierto que en el pasado no se hubiese atrevido a actuar así, pero era por cobardía, no porque no fuese así.
Damián seguía andando por la densa noche cuando notó una mano agarrarle.
-¿Quieres pararte y escucharme?
Sus ojos profundizaron en los suyos y sintió lástima. No comprendía el porque de sus actos cuando el los consideraba más que obvios.
-¿Qué quieres que te diga?
-¿Porqué has hecho eso? Ahora estarán enfadadas conmigo.
La respuesta de su amiga golpeó su cerebro y le hizo enojar. Tanta estupidez le estaba alterando y temía por soltar algo que realmente no pensase. Respiro lento y habló.
-¿Y si me pones verde cuando estés con ellas como hiciste con tu amiga? ¿Te perdonarán así?
El rostro de Andrea se volvió sombrío y cabizbajo. Se cubrió la cara con la mano tratando de contener el llanto.
-Tú no lo entiendes. Son mis amigas.
-¿En serio es amistad?-dijo tratando de mantenerse sereno pero en vano gritó- ¡Imagínate como te deben estar poniendo ahora!
Una lágrima invasora surcó la mejilla para ser seguida por otro par de valientes más.
-Mis amigas no son como los tuyos, es diferente.
Damián no sabía como responder así que un breve silencio conquistó a la situación.
-¿Te sentías tu misma ahí dentro?
Ella levantó la mirada del suelo sorprendida. El pelo enmarañado junto con el rimel corrido la otorgaba un aspecto penoso.
-No.- respondió con pena.
-¿Entiendes ahora el porqué de mi reacción? La amistad es un lazo que se crea entre personas que conocen y toleran sus formas de ser, no fingen ser otros porque entonces no se conocen de verdad. Un amigo es aquel que en tu mal día te ayuda y en los buenos te putea. ¿Dime un solo momento en el que ellas te hallan ayudado?
Andrea sollozaba mientras con un gesto lento negaba con la cabeza. Se abrazo a Damián y el llanto cobró forma. Durante unos minutos permanecieron así hasta que Andrea comenzó a tranquilizarse. Sacó Damián un pañuelo y se lo tendió.
-Sécate las lágrimas. Estás hecha una pena.
Esta aceptó mientras se río con una media sonrisa. Comenzaron a andar despacio, escondiéndose del frío en sus abrigos, siendo conscientes por primera vez desde que salieron que este no se había marchado. A dos escasos pasos una voz les hizo voltearse. La objetivo de las burlas de aquel grupo de niñas consentidas los llamaba y se dirigía hacia ellos. El hecho de dirigirse hacia ellos de una manera más rápida de lo normal la entrecortó el aliento.
-Andrea, pasa de ellas, son unas falsas.
-Ya lo se, Carol...- miró un momento al suelo.-Tengo que pedirte perdón. Yo también te insulté.
La muchacha no parecía nada sorprendida, mantenía su actitud alegre.
-No importa, se lo que es estar con ellas. Te sientes como obligada.
Hablaron unos momentos mientras Damián tiritaba de frío. El baile que causaba en él fue una llamada de atención para tales charlatanas que decidieron mantener la conversación para otro momento.

Damián acompañó a Andrea a casa y se despidieron con un abrazo.
-Gracias por no fallarme nunca.-le susurró al oído.
Se separó y entró al portal. La gente tiene mucha manía a exagerar las cosas, como si hubiese dado la vida o algo pensó, que en ocasiones sentimos que el acto es más grande por el efecto que nos causa, lo sentimos como una ayuda que no pedimos y mucho menos, no nos merecemos. Se encaminó hacía su casa enfrascado en su mundo, como era ya costumbre en su extravagante mente juvenil. Si ser así, tal y como era,sin falsas apariencias ni máscaras con las que cubrirse, le haría cosecharse muchas enemistades le daría igual, pues los que se quedasen a su lado, por pocos que fuesen, serían los que realmente merece la pena cuidar y mantener, porque ellos son los que intentan no fallarte, aunque alguna vez lo hagan.