De vuelta en el tren Damián había
reflexionado y sospesado más su impulsiva idea y decidió que sería mejor
esperar al lunes para en clase tranquilamente sonsacar algo. El vagón
permanecía en silencio con unos hermanos Terry durmiendo apoyándose la cabeza el
uno en el otro. Castillo enseñaba un vídeo desde su móvil a Fofo
compartiendo unos cascos auriculares. El viaje fue breve y pronto regresaron a
una Aranjuez que les esperaba en penumbras con una luna coronando el cielo
nocturno. Salieron de la estación y afuera el padre de Castillo les esperaba
apoyado en su 4x4 mientras jugueteaba con las llaves.
- Subid chicos, que
os acerco.- Ofreció amablemente.
Todos subieron y el
silencio reinaba sepulcral. El cansancio había hecho mella en ellos y junto con
el hecho de que al día siguiente era lunes la cabeza gacha era su forma de
expresión. Damián observaba por la ventana cada una de esas calles que bailaban
con las sombras que dibujaban las farolas. El coche hizo su primera parada en
casa de Fofo, cerca del ayuntamiento del pueblo. Se despidió hasta el día
siguiente y el coche emprendió la marcha nuevamente dirigiéndose hacia casa de
Damián. Más de una vez Roberto, el padre de su amigo les había hecho las
funciones de taxista por lo que no necesitaba pedir indicaciones a cada uno.
Aparcó en doble fila frente su portal y con una breve despedida, donde el tono
de su voz reflejaba cansancio, bajo del coche para subir a casa. Subió los
escalones lentamente con la mente en blanco arrastrando los pies. Abrió la
puerta y pasó. Podía oír a sus padres charlar tranquilamente en el salón y un
suave olor a pollo le decía que ambos estaban sentados en la mesa cenando. Entró
al salón para ver todas sus intuiciones en una imagen. Su madre reía mientras
su padre devoraba lo poco que quedaba en su plato.
-Dami, ¿Qué tal en
Madrid, hijo?- preguntó su madre al verle.
Este se rascó la
cabeza pensando en la escusa para no cenar e irse directo a la cama.
-Pues para lo gordo
que está Fofo nos ha hecho andar demasiado, así que estoy molido. Me voy a ir a
acostar, yo creo.
Se giraba sobre sí
mismo cuando la voz de su padre le sobresaltó.
-¿No cenas nada?
-No tengo hambre.
Y sin girarse se
dirigió a su habitación. Nada más entrar se dejó caer en la cama y se dejó
llevar por su imaginación. En aquel mundo volaba sin alas por un gris cielo
madrileño mientras suaves brisas le mecían. Poco a poco todo se fue disolviendo
en un profundo sueño.
Andaba por el centro
de Madrid, solo, sin ningún transeúnte cercano. Los establecimientos estaban
abandonados y el vagabundeaba por cada rincón de la ciudad. Buscaba a alguien,
quien fuese, pero no encontraba a nadie, ni tan siquiera a su sombra. Trataba de
gritar y su voz se perdía sin llegar a oídos de nadie. Estaba solo. Fue
entonces cuando comenzó a sentir un fuerte dolor en los brazos, como si fuesen
pinchazos, lo suficiente fuertes como para hacerle caer y retorcerse de dolor.
El dolor se extendía por el resto del cuerpo y lo sentía insoportable, una
agonía que hubiese sido capaz de doblegar hasta el más duro de los hombres.
Abrió los ojos y aquel dolor había cesado. Volvía a estar en su cama ,y la
oscuridad que había tras el cristal de la ventana reflejaba que era alguna hora
de la madrugada. Su frente se encontraba humedecida por el sudor que perlaba su
blanquecina piel. Con los ojos cerrados trató de buscarle un sentido aquel
extraño sueño. ¿Reflejaría el hecho de sentirse solo o tan solo verse incomprendido?
Y aquel dolor... ¿Sería una manifestación física de el dolor que le causaba
dichos sentimientos? Damián se maldijo así mismo por sentirse tan débil, se
consideraba capaz de poder ignorar a su conciencia y al llanto ocasional del
corazón, pero nadie se puede hacer eso sin pagar un alto precio. La almohada
mojada le incomodaba, así que la dio la vuelta para volver a recostarse. Que
fácil sería vivir sin emociones pensó, sin depender del cariño de nadie o una
simple mirada complaciente. Tardó un rato en dormirse, aunque su mente tan
activa se mantuvo despierta, ocasionando ese tipo extraño de dormir en el que
uno es consciente de todo lo de su alrededor de forma relativa pero es incapaz
de moverse.
El despertador del
móvil sonó con fuerza pero Damián rehusaba a moverse de aquel colchón. Sin ser
consciente desactivo la alarma y girando sobre sí mismo se volvió a dormir. A
los escasos diez minutos una mano le zarandeaba dulcemente perturbando su
descanso. Miró sobre su hombro para contemplar a su hermana somnolienta pero
sonriente le decía algo de llegar tarde. Abrió los ojos de golpe y en un
movimiento veloz estiró el brazo para coger su móvil para mirar la hora.
Suspiró aliviado al ver que solo se había dormido diez minutos, el tiempo que
empleaba en esperar que su hermana terminase de prepararse. Su hermana sin
hablar ni una palabra marchó al baño a arreglarse. Damián se cambió rápido e
hizo la habitación lo más veloz que podía ser a esas horas. Tenía intención de
ir al baño pero su hermana aun se estaba pintando la rayas de los ojos. Damián
nunca comprendió porque las mujeres se pintaban, pues consideraba que era tapar
lo que son realmente para fingir ser más guapas, aunque muchas sin el
maquillaje que empleaban eran más guapas. Reflexionaba sobre el porqué del uso
del maquillaje delante de la puerta del baño mientras su hermana terminaba su
tarea artística. En el momento que se abrió la puerta reaccionó Damián
apartando su hermana a un lado de la cual ignoró las quejas y se dispuso a
orinar. No fue consciente de las ganas que tenía hasta que la caliente orina
comenzó a desalojar su vejiga.
-Podías haber
esperado a que saliera.- Replicaba su hermana a sus espaldas.
Damián le lanzó una
cara de pocos amigos pero Silvia seguía frente a sus espaldas con los brazos
cruzados. Suspiró y pidió perdón. Silvia volvió a su constante e inquebrantable
sonrisa y torciendo la cabeza hacía un lado aceptando las disculpas.
Cinco minutos después
se dirigían al instituto a un paso raudo. No hablaban por el camino, ambos permanecían
en silencio hasta que Damián se decantó por ser él quien lo rompiese.
-¿Quedaste ayer con
Rocío?- Preguntó.
Su hermana ensancho
aun más la sonrisa que nunca le abandonaba para responder.
-¿Tanto te gusta o qué?
Damián se sonrojo
sintiendo como si toda la sangre de su cuerpo se le hubiese subido a la cabeza.
Su hermana soltó una carcajada ruidosa.
- Es broma tonto.-
Respondió.- Lo cierto es que ayer no salió porque estaba mala. Hoy tampoco creo
que vaya a clase.
Las expectativas de
conocer a Rocío un poco más ese día se esfumaron.
-¿Pero sabes que la
pasa?
Su hermana dudo un
momento antes de responder.
- Con la regla se
pone malísima. La duele la tripa mucho y los ovarios. Algunas chicas lo pasan
fatal.
Damián estuvo a punto
de preguntarla si ella era una de las chicas que no lo pasaban mal, pero estaba
seguro de no querer saber cómo vivía la regla su hermana. El resto del camino
lo pasaron en un silencio digno de un velatorio hasta la llegada del instituto,
donde, como ya era rutina, se separaron sin tan si quiera despedirse nada más
entrar.
Aquella mañana para
Damián fue eterna. Las tres primeras horas las pasó en silencio escribiendo en
su cuaderno cosas ajenas a las materias. Los profesores ignoraban este hecho,
ya fuese porque no molestaba el transcurso de la clase o porque se compadecían
de su enfermedad. El recreo por el contrario que las clases lo sintió breve.
Reía con las estupideces de los hermanos Terry y las burlas de Castillo sobre
Fofo. El resto de la mañana fue un suplicio que paso igual que las tres
primeras horas.
Una vez en casa comió
de tres cucharadas un plato de sopa con su madre y hermana. Su padre comería en
el trabajo por un problema de papeleo en la oficina que tenía que solventar.
Mientras comían su madre les preguntaba por la mañana mientras que Silvia alegre
respondía. A Damián nunca le gustó ese tipo de preguntas, pues a nadie le interesan
los problemas que hayas tenido con alguien que no conoces de nada, o al menos
así pensaba por aquel entonces. Terminó y retiró su plato sin mencionar una
palabra. Ninguna de ellas se inmuto, estaban más que acostumbradas a la sombría
personalidad de Damián.
Esa tarde solo quería
coger un libro y volar por un mundo nuevo desconocido. Hacía poco que había
conocido su nueva pasión por las letras, devorando libros con los ojos a una
velocidad abismal. Llevaba ya un rato inmerso en su lectura cuando su móvil
sonó. Extrañado lo cogió para mirar como un número desconocido para él se
proyectaba en la pantalla. Descolgó y se lo acercó a la oreja.
-¿Si?
-¿Damián?
Damián dudó por un instante.
Conocía la voz pero no caía en la cuenta de quién podía ser.
-Si, soy yo. ¿Quién
eres?
-Ah, vale, no me
equivocado entonces.-Sonó la alegre voz.-Soy Rocío.
El latido de Damián
se paró por un segundo, y tan solo fue para coger carrerilla y comenzar su
desenfrenada carrera trotando por su estómago. Su voz se atrancaba y no salía y
como ya era costumbre ella tomo las riendas de la conversación.
- Escucha, era para
pedirte los deberes de clase, el que han mandado y tal.
Damián se sintió
desilusionado, guardaba esperanzas de que fuese para verse. Sin sueños no se
puede tolerar la realidad.
- ¿Solo para eso?
-No, era para tener
una escusa de hablar contigo, no te jode...- bromeó con un tono sarcástico
Damián sabía que sin
ser atrevido nunca sería más que el tímido de siempre, que debía mostrar esa
nueva personalidad suya desenfrenada y sin pensar tan siquiera respondió.
- Es lo más lógico,
siendo tan guapete como soy.
La oyó reírse y
sonrío para sí.
-Si nos vamos a ver
mañana por la tarde, ¿o se te ha olvidado? Quedamos para ir a correr.
Damián lo había
olvidado por completo. Ya se soltaría una reprimenda así mismo más tarde. Por
el momento debía salir del paso.
-Ya, pero creo que
eres incapaz de aguantar un día sin verme.
- Uy, que creído te
lo tienes...- Río más que habló.
Damián apoyó la mano
en la pared y agachó la cabeza. Se estaba imaginando ya el pasar la tarde con
ella y le encantaba la idea. Elevó la cara sonriente y respondió.
- Se que os gustan
los creídos.- y sin dejarla responder concluyó.- Te mandó los deberes por un
mensaje, fea, mañana nos veremos.- Y colgó. ¿Habría hecho bien? Se estaba
arrepintiendo de haber sido tan estúpido, pero más tarde se daría cuenta que
algunos fallos son los mejores aciertos.
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