martes, 28 de julio de 2015

Capítulo 16: En un instante.

Su mente se veía atrapada en una nube extraña y amorfa compuesta de dudas e incertidumbre. Andaba ya por defecto, regido por el subconsciente, pensando en todo y a la vez en nada. Las finas manos de Elena rodeando su brazo provocaba en él un escalofrío que le obligaba a mantenerse firme y tenso, acompañado por una expresión facial muy forzada para la situación.
Las conversaciones apenas llegaban a sus oídos, se sentía como lejano y distante del mundo, una sensación que le era bien conocida ya, pues así se sentía la mayor parte del tiempo antes de su reservado diagnóstico. Por alguna extraña razón Elena era la causa de su retorno a la antigua personalidad a la cual consideraba enterrada ya, pero esta había vuelto, como si aquel médico de hospital no le hubiese informado de aquel tumor, como si la simple presencia de Elena le hiciese olvidarse de todo, o mejor dicho, su presencia resultaba un placebo que le hacía creer que podría vivir para siempre.
-¿Me acompañas a mirar una cosilla en esa tienda, Dami?- preguntó para sacarle de sus ensoñaciones.
Su voz temblorosa se resistía a salir, atenazada en sus labios secos que trataban de balbucear algo.
- Si quieres te acompaño yo- sorprendió Ramón al otro lado de la joven.
Damián, sin saber porque, disipó todas las brumas de su mente al oír esas palabras, tal vez al ver las intenciones de su amigo, o solo porque ya se había acostumbrado a ese abrazo al cual se veía sometido. Fijó la mano de la muchacha que reposaba en su brazo con su izquierda y sonriendo habló.
-¿A cual quieres ir?

Ya había comprobado en numerosas ocasiones lo tedioso que puede resultar ir de compras con una mujer gracias a su madre y a su hermana, pero lo de Elena se encontraba a otro nivel. Cada artículo que encontrase, le gustase o no, sentía fuertes impulsos de probárselo, pues alegaba que no es lo mismo verlo colgado que verlo puesto. Decenas de prendas volaban de los estantes a sus manos, con una velocidad sorprendente, y los cargaba hasta el probador. Cada nueva vestimenta que se probaba, descorría las cortinas del probador para buscar la aprobación de Damián, pues por mucho que ella pidiese opinión sabía que no buscaba precisamente oír algo negativo. Se sorprendía a si mismo al oírse decir cosas tan simples como: te queda bien todo, te queda genial y no hacía falta ni que te lo probases, mírate que guapa.
Siguió esa carrera de fondo a través de las tiendas visitando los probadores, mientras ella hacía las de modelo con cada nuevo conjunto, salvo con los que ella consideraba demasiado ostentosos, bikinis y ropas interiores. En ese momento se preguntaba dónde estarían sus amigos, y si estos serían capaces de salvarlo.

Se volvió a reunir el grupo entero y para sorpresa de Damián solo había trascurrido media hora. Sus amigos reían de lo que acababan de vivir en un momento gracias a la prima de Elena, que se encontraba más roja si se pudiese de lo normal. A lo visto en una de las tiendas, accidentalmente, desde uno de los probadores, llamó mamá a una de las dependientas cuando esta le pregunto que como iba. Al menos esto le había venido bien para soltarse con el grupo y parecer una amiga de toda la vida.
Mientras caminaban, Lucas se acercó a Damián aprovechando un momento en el que Elena le había liberado de la presa de su abrazo.
- Media hora de probadores, ¿Qué te habrá enseñado?
En ese instante, Damián notó cada músculo de su cuerpo tenso, el calor invadió cada uno de sus poros y era incapaz de no hacer rechinar los dientes.
-¿Te crees que Elena es una cualquiera?- susurró por lo bajo haciendo notar su enfado.
- No tío, es una broma.
Aferró fuertemente a Lucas por la muñeca y le giró hasta clavar su mirada en sus ojos. Sintió miedo en ellos.
- Pues ni de broma.
Lucas le miraba estupefacto. Era cierto que Damián había cambiado y que aveces esas variaciones se hacían patentes de forma brusca, pero nunca había sido de manera agresiva o por el estilo.
- Sueltame, que te estás pasando.
Damián comenzó a darse cuenta que estaba apretando cada vez más su agarre. Le soltó bruscamente.
- Perdona.
Lucas le miraba enfadado, pero al segundo sonrió. Le cubrió con su brazo los hombros y se acercó a su oído.
-¿Te la conseguimos?
Damián no pudo evitar reír. Conocía a sus amigos demasiado, lo suficiente como para saber que dejar algo así a cargo de ellos era obtener por resultado el silencio sepulcral de aquella muchacha por los restos.
- Déjate de tonterías anda, que aun no me he pillado las chanclas.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad. Volvieron todos juntos en el mismo tren, Elena y Lara sentadas en un lado solas conversaban tranquilamente, mientras que el grupito, para variar, jugaba a un juego llamado "achante" que consistía en que si hacías que alguien retrocediese su rostro podías golpearlo en el hombro. Se separaron una vez llegaron a la estación, Castillo recogido por sus padres, que acercaron a los hermanos Terry y a Lara, que resultaba vivir en la misma urbanización que ellos. A falta de plazas Damián y Elena fueron andando, pues era lo que más cerca vivían de allí. Durante su paseo no faltó en ningún momento una sonrisa, el ya conocido para Damián abrazo de Elena y las bromas sin sentido que se dedicaban el uno al otro. Sin darse cuenta, llegaron al portal de Elena, que se encontraba un poco antes de llegar al ayuntamiento. Se quedaron allí charlando por un rato.
- Mañana nos tocará vernos en clase.
-¿A la misma hora en la misma mesa?- bromeó Damián arqueando la ceja.
-Que estúpido.- dijo riéndose.
Damián, para variar, se encontraba perdido en el fondo de aquellos ojos. En aquel día había descubierto que no solo sus ojos eran lo que le atraían, y no solo hablando de su físico, si no también esa personalidad tan inocente que le daban ganas de abrazarla e impedir que nadie corrompiese esos actos ingenuos e infantiles.
-La verdad Damián, he de decir que me encanta estar contigo.
-¿Eso quiere decir que no has hecho los deberes?- Volvió a bromear Damián.
Esta vez, ella no río la gracia. Dejó escapar un ligero suspiro y saco las llaves de su casa.
- Bueno, nos vemos mañana, Dami.-dijo con voz apenada.
Damián no comprendía que pasaba,  porque ese cambio en su forma de ser. La vio juguetear con las llaves en su mano buscando aquella que pertenecía a la del portal, tomándose su tiempo en ello. Recordó entonces una película que vio en su día, en ella decía en una de sus escenas que cuando una mujer hacía eso es que no quería separarse del hombre que le había acompañado. Los nervios se apoderaron de él de una manera que nunca antes había conocido. Era como un vórtice que se tragaba su conciencia, un huracán de pensamientos que no daban orden a nada. Su corazón parecía estar parado de lo veloz en sus acometidas. Comprendió el porqué de todo en ese instante.
Se encontraba ella abriendo ya la puerta del portal y entrando.
-Elena.
Esta se giró para mirarle. Con el corazón en un puño, se acercó a ella, tropezando más que andando. Podía verse reflejado en los ojos de Elena, abiertos como platos. La agarró suavemente del brazo y la acercó hacia sí. La miró por un instante embobado y acto seguido acercó sus labios a los suyos. Esperaba que ella se quitase, pero se sorprendió al ver que Elena salía a su encuentro. Los dos se besaron, torpes debido a la inexperiencia de ambos, pero creando un hechizo que haría conservar ese instante en la memoria de los dos para siempre.

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