jueves, 13 de agosto de 2015

Capítulo 20: un cigarro y cuatro años.

Los días pasaban volviéndose tediosos en una pesada rutina que parecía no tener fin. Fofo se encontraba desaparecido desde aquel encontronazo con el resto, hacía una semana ya de ello. Los cuatro estaban preocupados por su amigo, pero cuando eran capaces de vencer al orgullo y llamarle para saber de él se negaba a cogerlo e incluso llegaba a colgar antes del tercer toque. Durante dos días había quedado con Elena y nada había llegado a dejar en claro. Las palabras se quedaban guardadas en un cajón olvidado y dejaban libre a sus pasiones juveniles entre besos y caricias lejos de ojos indiscretos. Lo único que odiaba era volver a casa, primero porque se tenía que despedir de Elena, no sin antes concederse otro momento a solas que parecía no tener fin, y segundo, le costaba andar tras aguantar durante tanto tiempo con una erección. Odiaba la incomodidad que esto le producía, y más que se producieran cuando se encontraban en esas situaciones que le hacían sentirse violento.
Junto con sus amigos, salvo por la ausencia de Fofo, nada interrumpía la calma de sus días. Aquel sábado habían ido de pesca y Castillo llegaba tarde como de costumbre. Damián junto a los dos hermanos habían levantado campamento y jugaban a las cartas al lado de las cañas. A punto de terminar la tercera partida de póker, al cual jugaban apostando abdominales, llegó Castillo con una sonrisa que cubría todo su semblante.
-Como no vengas de echar un "quiqui" más te vale que dejes de sonreír. -dijo Ramón.
Este hizo caso omiso de su amigo y rápidamente se descolgó la mochila que se encontraba en su espalda, deslizó su mano hasta un pequeño bolsillo y extrajo un paquete de tabaco.
-Se lo he pillado a mi padre en un descuido.
-¿Desde cuando fumas?-preguntó Damián.
-El otro día lo probamos. Tú habías quedado con Elena.
Abrió el paquete con calma y saco tres cigarrillos que se lo tendió a Damián.
-Ten, pillate uno y pasa el resto a los mongolos estos.
Damián tomó el cigarro inseguro. Por un instante, todo los perjuicios del tabaco le vinieron a la cabeza, ocupando un mayor espacio la palabra "cáncer". Se sonrió entonces y se lo puso en la boca. Aquella muerte enrrollada en papel y filtro no iba a ser lo que le enterrase.

La tarde discurrió entre toses y poca pesca. Durante diez minutos enseñaron a Damián que debía tragarse el humo y como.
-¿En serio la gente paga por esta mierda?- dijo entre toses Damián.
Los demás reían mientras le contemplaban echar el humo accidentalmente por la nariz. Le picaba la garganta, las fosas las notaba prendidas, trataba de quitarse la sensación carraspeando en vano.
-¿Cómo es que os ha dado por fumar ahora?
Lucas le daba una fuerte calada a su cigarro y le miraba con los ojos entreabiertos.
-Nos aburriamos y el Pablito, el de mi barrio, nos estaba ofreciendo un piti. Nos gustó y aquí estamos.
A Damián le costaba creer que les gustase desde un primer momento. Apagó la colilla contra el suelo y se acercó a las cañas. Se preveía que nada iba a morder el anzuelo.

Cansados de la pesca poco fructífera, dejaron las cañas en casa de los hermanos Terry y comenzaron a dar un paseo por las calles. Conversaban alegres de un nuevo videojuegos y comentaban de forma crítica cada aspecto de este. Inconscientemente, sus pasos les llevaron hasta un establecimiento de venta de kebab. El reloj señalaba las nueve rozando la hora, pero el ruido de sus estómagos marcaba que ya era el momento de cenar.
Damián, mientras devoraba un durum, pensaba en lo fácil que le había resultado dar aquellas caladas, y le parecía curioso que sus amigos lo tomasen como un juego más que como un vicio malsano. Decidió no darle más importancia, solo tenía dieciseis años. Trató entonces de involucrarse en la conversación que mantenían en ese momento.

Habían terminado de comer todos pero aquella animada conversación.  Una voz se anteponía sobre otra, elevando cada vez más el tono. La puerta se abrió, y los que estaban de cara a ella enmudecieron de golpe. Damián, que se encontraba de espaldas, no entendía que pasaba. La curiosidad que le provocaba los rostros pétreos de sus amigos le hizo volverse a ver. La imagen le impacto, enmudeciendo su habla y llenando su cabeza de pensamientos repentinos. Su hermana se encontraba ahí, agarrada de un chico bastante mayor que ella. Damián le reconoció, era uno de los alumnos de segundo de bachillerato,  y por lo que tenía entendido, acababa de cumplir la mayoría de edad. Su hermana aun no se había percatado de su presencia, y se apretaba cada vez más contra el brazo de aquel muchacho que sonreía enseñando cada uno de sus dientes. ¿Qué hacía su hermana, a punto de cumplir los quince, abrazada a aquel chaval ya mayor de edad? Sabía que a lo mejor estaba malilterpretando la situación, pero lo único que quería hacer en ese momento Damián era apretar su mano lo más fuerte posible en un puño y estrellárselo contra él, daba igual dónde, solo quería que se alejase de su hermana.

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