domingo, 2 de agosto de 2015

Capítulo 18: La brisa del orden.

Damián respiraba la calma que el ambiente emanaba. A su parecer todo era bastante agradable, junto con un ambiente que reflejaba la tranquilidad tan necesitada para su joven espíritu. Tumbados en aquel verde césped mantenía una entretenida y amena conversación con su gran amigo Fofo. No podía negar que aquellos jardines de Aranjuez, aun estando acostumbrado a ellos, seguían pareciéndole una imagen cálida y hermosa.
-¿Crees que nos echarán de menos en clase?-preguntó Fofo.
Damián se reía de la cuestión en si. Escaquearse de clase se había vuelto una costumbre, lo fuera de lo común era la compañía de su ancho amigo, el cual trataba de huir de un examen para el cual no había estudiado.
-No creo que me echen de menos mientras el sueldo les llegue a casa a esos cabrones.
Para Damián la educación del país se basaba en generalizar a los profesores como gente sin motivación alguna que solo miraban por su salario y no por el alumnado.
Fofo ignoró la gracia de su amigo, permanecía atento a la pantalla de su teléfono. Damián le miraba en silencio, en un vago intento de tratar de adivinar sus pensamientos.
-¿Qué haces?- preguntó rompiendo el silencio.
-Mirando el instagram de una chica, que está mazo buena.
Damián no pudo evitar soltar una fuerte y sonora carcajada.
-¿Qué te pasa?
-Que no cambias ni a tiros. Tratando de ir detrás de todas te quedas sin ninguna.
Fofo le miraba fijamente en silecio, asqueado por el comentario de su amigo.
-Solo estoy mirando unas fotos, gilipollas. Además, tan poco te creas un experto en mujeres por liarte con la niña buena de la clase.
Ahora era Damián era el que se mostraba serio. Llevaba sin verla tres días y a su parecer, siglos, así de relativo era el tiempo. Llevaba tres días sin ir a clase, tres días en los cuales se plantaba frente la puerta de aquel instituto a primera hora de la mañana y a punto de dar el paso que le hiciese dignarse a entrar, se achantaba. Por alguna razón no era capaz de enfrentarse con palabras ante ella por miedo, inseguridad al creer que a lo mejor para ella no fue nada más que un momento fugaz y perdido.
-Al menos ya pillo más que tú.-dijo secamente Damián.
Fofo se levantó ya molesto, recogió el casco de su moto y sin soltar una palabra, se encaminó hacia la salida, mientras, Damián le ignoraba, viendo conseguido su objetivo de estar solo. Ya le pediría perdón más tarde.
Su amigo se marchó, dejándolo acompañado por sus propios pensamientos.
Trataba de poner la cabeza en orden, saber que quería exactamente. Lo único que sacaba en claro era que no sabía arriesgar, a pesar del tiempo vivido en el que tan solo se conformaba con poder mirarla, cuando ella no se daba cuenta, haciendo bromas absurdas las cuales le resultaban cansadas ya hasta a él, pero que Elena no dejaba de reír. El tiempo es escaso y va matando sigilosamente, soplando el montón de polvo que nos compone. Sin darle más vueltas se levantó y cogió su mochila. La escusa de haberse quedado dormido no iba a colar siendo ya cuarta hora, pero le daba igual. Con la mente ya más clara emprendió el camino para el instituto.

Se encontraba frente la puerta de su clase, junto con un pequeño tic nervioso en su brazo. Cogió aire y abrió la puerta. Todos sus compañeros estaban sentados sobre los pupitres debido a la ausencia del profesor. Se iba a librar de dar su mala escusa. Dejó su mochila en su mesa y buscó a Elena de manera inconsciente entre sus compañeros. Se encontraba en un grupo de chicas que hablaban de una forma muy escandalosa, y por lo que pudo oír Damián, sobre lo mal que vestía la profesora de intercambio. Elena le miró y le sonrió, pero al segundo miró de nuevo a sus amigas aun sin borrar esa expresión de su rostro. La sentía lejana, pero quien anda, acaba llegando pensó. Se acercó hasta ella buscando su espalda, tocó su hombro con el índice y fingió no haber sido él. Ella se giró para verle mirar en dirección contraria con una fallida cara de disimulo. Elena se acercó a su oido y susurro.
-Se que has sido tú, idiota.
-¿Yo qué?
-Lo sabes muy bien.
Se giró para verla de frente. Un ligero escote atrajo su atención, mirada furtiva que trato de disimular mirando al suelo. Como acto reflejo se rascó una oreja.
-Bueno, mietras solo sea yo...
No sabía que decir realmente, no había preparado ningún comentario ingenioso ni nada por el estilo. Supuso que los asuntos que son dirigidos por los sentimientos era mejor que fuesen improvisados.
-¿Porque has faltado a clase?- le preguntó ella.
Damián miraba a la pared, avergonzado de la verdad de su motivo.
-Soy un vago y pasaba de venir.- mintió.
-Uh, que malote...
Iba a decir algo cuando de repente, la puerta del aula se abrió. Entró una mujer de mediana edad, alguna cana se asomaba por detras de sus orejas cayendo de su coleta. Unas gafas rectas ocultaban sus oscuros ojos apoyadas sobre una nariz pronunciada. Vestía un jersey feo para el gusto general de las personas, decorado con estampados extraños de diversos colores. Su porte la otorgaba una sensación de altanería y superioridad. Sus ojos recorrieron toda la clase hasta encontrar a Damián. Le señalo y le hizo un gesto de que se acercase a ella.
-Damián, ven conmigo.
Elena le miró preocupada. Los dos se imaginaban el tipo de charla que podía tener un alumno que peca de absentismo y la tutora de la clase.

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